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Hay mañanas en las que ejercicios cotidianos como asomarse a las páginas del periódico, con el café del desayuno, o prender la radio al poner los pies en el suelo, se convierten en un ejercicio de riesgo que deja una sensación de vértigo parecida a ... la que provoca acercarse a un talud de miles de metros de altura. Existe una sensación colectiva, instalada en la sociedad, de que el mundo, tal y como lo conocemos, desaparece. Literalmente. Es esta una época en la que escasean las certezas y en la que el único principio que asoma a nuestras atribuladas existencias no es otro que el principio de incertidumbre. Incapaces de vislumbrar el futuro, intentamos imaginar que las cosas mejoran y se arreglan, aunque la tozuda realidad nos indique, una y otra vez, lo contrario.
El petróleo sube ya cerca de un 5% por temor a una escalada militar en Oriente Próximo, algo que nos recuerda a la crisis de 1973 tras la guerra del Yom Kippur, cuando el crudo estaba a tres dólares el barril y multiplicó sus precios un 300%, cifra de la que nunca se han recuperado. El difícil tablero geopolítico en Oriente Próximo no se circunscribe a Israel y Palestina. Estados Unidos, Arabia Saudí, Irán, Siria, Egipto y Líbano están involucrados en este conflicto, sin olvidar a la Rusia de Putin, que no desaprovecha la ocasión para inquietar a la opinión pública o internacional. Si a esto le unimos la ya larga guerra contra Ucrania, con sus importantes repercusiones económicas y energéticas, comprobaremos que el panorama es de todo menos tranquilizador.
Nadie puede pensar que todas estas desgracias ocurren lejos, porque sus efectos en la vida cotidiana se dejan notar de manera inmediata en nuestras economías domésticas y en la marcha de las empresas, de hecho el Fondo Monetario Internacional ha rebajado la previsión de crecimiento de la economía española para 2024, hasta un 1,7%. Los efectos llegan y continuarán afectándonos con una inflación que no bajará del 4% en 2024 y riesgo claro de estanflación.
La falta de liderazgo en el concierto internacional es pavorosa. Nunca ha sido menor en Estados Unidos con un presidente como Joe Biden, capitidisminuido por razones de su avanzada edad, y un Congreso dividido tras la destitución de Kevin McCarthy y la lucha feroz planteada en el Partido Republicano, con Donald Trump amenazando con volver al poder en modo 'Pesadilla en Elm Street'. Rishi Sunak sobrevive a duras penas en el Reino Unido sabiendo próximo el fin del largo ciclo de los tories en el poder y el inevitable cambio en Downing Street a manos de los laboristas de Keir Starmer, cuyo futuro como gobernante no deja de ser una incógnita. La Alemania de Olaf Scholz, ya no es la de Angela Merkel y la Francia de Emmanuel Macron es un remedo de la 'grandeur' que algún dia tuvo el país. El eje franco-alemán ha desparecido como sala de máquinas de la Unión Europea y la ampliación se cierne como una incógnita mientras la Unión está cada vez más rodeada de conflictos.
Así las cosas, por aquí estamos a la espera de una investidura por la que tendremos que pagar un precio ignominioso como país, pactando con Bildu, amnistiando a delincuentes forajidos y entregándole las llaves de la gobernabilidad a un personaje como Puigdemont. Tal y como está todo, no queda otra que recurrir a los versos del gran poeta canario José Luis Pernas, quien escribió que, a veces, es necesario buscarse una esperanza para seguir viviendo.
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