

Secciones
Servicios
Destacamos
No sé ustedes, pero yo estoy como aquel personaje de Arniches que aseguraba que «no salía de su apoteosis». Apoteósico total, así me encuentro tras ... la aprobación en el Congreso de la ley de amnistía que supone una oda a la fraternidad universal. Una ley que será «referente mundial», según el ministro Bolaños, y que algunos ciudadanos nos empeñamos en no valorar como corresponde. Vamos a ver, se trata de un monumento al reencuentro, una sinfonía armoniosa a la reconciliación, una iniciativa al amor entre el pueblo catalán y las gentes de España. Eso es. Deberíamos estar levitando ante tal derroche de amor y esperanza. ¡Qué bonito todo! Para valorar debidamente esta gesta, épica e inédita, Moncloa debería decretar una celebración por todo lo alto, convocar uno de estos domingos a todos los ciudadanos a las doce de la mañana en la Plaza Mayor de su localidad para que, unidos de las manos, canten al unísono 'We are the world, we are the children…', y después, ya puestos, y con las mismas manos unidas, bailar una sardana, 'La Santa Espina', por ejemplo, en interpretación de la Cobla de Cambra de Catalunya. Todo será poco para enseñarle al mundo la importancia de esta reconciliación cósmica propiciada generosamente por el Gobierno de Pedro Sánchez, firme aspirante al Premio Nobel de la Paz 2024, exaquo con Puigdemont. Algo así como lo de Nelson Mandela y Frederik de Klerk en 1993, pero en versión catalana.
En esta celebración, alegre y cantarina, existe, tan solo, un pequeño inconveniente y es la falta de predisposición de los amnistiados a no volver a intentarlo. Es más, una vez conocida la noticia manifestaron 'urbi et orbi' que ahora van a por la autodeterminación, con su referéndum correspondiente. Una nimiedad sin importancia que viene a nublar el soleado clima de fraternidad que anima a Sánchez, Bolaños y los otros 176 diputados que, junto a ellos, aprobaron esta ley. Carles Puigdemont se ha convertido, por derecho propio, en la clave de bóveda de la legislatura, el soporte imprescindible de la gobernabilidad del país. Él es la piedra sobre la que se erige el proyecto sanchista de mantenerse en el poder al precio que sea. Como Nerón, 'Puchi' puede poner su pulgar hacia abajo y acabar, en cualquier momento, con un Gobierno al que mantiene con respiración asistida.
Por lo demás, ya digo, regocijo sin limites ante el regreso del prófugo que volverá a pisar nuevamente las calles de una Cataluña a la que quiere convertir en nación independiente del Estado opresor. Cuando retorne, puede pronunciar las mismas palabras de Tarradellas cuando volvió de su exilio: «Ja soc aquí», y ponerse después a lo suyo con la impunidad total que otorga una ley hecha a medida y redactada por su abogado Gonzalo Boye. Con la experiencia adquirida ya sabe que, en su caso, los delitos tienen perdón con lo que puede dedicarse a retomar el procés «en el mismo punto en que lo dejó», según ha manifestado reiteradamente desde su actual y confortable refugio belga.
Me imagino las primera páginas de algunos medios afines: «Puigdemont: regresa el último exiliado», igual a como se tituló en su día con el 'Guernica' de Picasso. Este vacío insoportable que padecemos debido a su ausencia ya llega al final. Su imagen iluminará un nuevo camino de paz y amor que precisaría de una adecuada puesta en escena acorde con la magnitud del acontecimiento. Por ejemplo, podría hacer una aparición estelar saliendo ágilmente del maletero de su coche antes de cruzar a pie la frontera. Qué menos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.