Es paradójico. Ganas un título europeo, la cumbre de tu carrera profesional, y las loas parecen chanzas. Que si un tipo normal, que si va en chándal y polo del club, que si mastica piedras por las mañanas porque llama cabroncete a un periodista y ... cebollo a un jugador. A José Luis Mendilibar, en Valladolid más conocido por su alias, 'el hombre que nos hizo los mejores', le han intentado describir estos días muchos periodistas que le acaban de descubrir, porque su mundo futbolístico se limita al blanco o al azulgrana, según, y a una trinchera obtusa y militante. Y más que un perfil han dibujado una caricatura.

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Cuando Mendilibar abandonó el Real Valladolid –lo abandonaron a él, vaya– se marchó a Inglaterra para aprender los métodos de trabajo de otros entrenadores. Lo mismo hizo con otros técnicos en España. Tiene un método, el suyo, pero no ha descuidado su formación ni, seguramente, entrena ahora del mismo modo en que lo hacía cuando llegó a Zorrilla y metía a los jugadores en hielo tras el entrenamiento. Por otro lado, es el ejemplo perfecto de lo que un gurúcoach llamaría jefe-líder. Capaz de convencer a una plantilla de futbolistas, que casi tienen el mismo ego que un periodista o un político, de jugar de una determinada manera.

Han pasado 13 años desde que se fue y mantiene lazos con personas del club o de la ciudad a las que conoció entonces. Como mantiene a su lado a Toni Ruiz, ese preparador físico que se marchó del estadio deshecho en lágrimas el día que les destituyeron. Mendilibar es todo eso y en estos tiempos de ídolos sin peso y de la mentira como modo de vida, es de esos tipos del mundo del fútbol que sí serían un modelo a seguir. Si hiciéramos más caso a los que son como él y menos a las tonterías.

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