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Ojalá fuera una señal de mejoría, una leve esperanza, y no lo que es: un gol para una victoria pírrica ante el otro peor equipo de la categoría, en tu propio estadio, mientras el club tantea a ver cuánto puede sacar por el único de ... los veintipico jugadores que ha demostrado capacidad para ser diferencial, Raúl Moro. Ojalá que sí, Anuar, querido, pero no eres tú, con tu celebración, tus lágrimas, tus gestos de tensión. No sois algunos que lleváis años en el club, cada vez menos, y que habéis pasado de todo en esa empresa. Soy yo, que a estas alturas ya ni hago el esfuerzo de consultar el móvil –¡no te digo ya ver el partido!– para ver cómo va el Real Valladolid. Tal es la galbana que me produce.
No tengo fe. Ojalá que sí, pero. A estas alturas casi me conformo con que el descenso a los infiernos se detenga en Segunda División y no continúe hasta esas categorías que hay ahora con nombre de campeonato desvaído, primerafef y segundafef.
Recelo de los salvapatrias, cosas del oficio periodístico, que nos hace cínicos y escépticos. Porque ni salvan a nadie que no sean ellos mismos ni les importa una higa la patria que a ti te duele, sea el Real Valladolid o tu pueblo. No conozco personalmente a Ronaldo, por supuesto, ni a Espinar, Catoira, Pauloandré como se llame, Mathieufenaér, Pecholano y sus discípulos, ni tampoco a Cocca. Soy de pocos mitos y ninguno es futbolístico. Pero tengo una ciudad a la que representa un club con casi cien años de historia que no se merece que destrocen sus símbolos y arrastren su nombre de esta manera. Ronaldo, que destacó como futbolista de técnica exquisita, ha querido jugar en Valladolid al pelotazo. Táctica equivocada. Si no quiere empezar a pelear y jugar, mejor que pida el cambio.
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