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No hay quien meta un tractor por allí porque los troncos –sí, troncos– de las urces quemadas son como pinchos incluso para sus neumáticos. Ante la vista emergen enormes trozos de roca, un pedregal de cuarzo, algunos estallados por el calor que desprendían las afiladas ... llamas de un incendio, el segundo en un mes, que se llevó las treinta mil hectáreas que había dejado intactas su hermano gemelo. Hay cerros pelados, ya desprovistos de los restos carbonizados de miles de pinos, y trozos de paisaje que aún exhiben sus esqueletos renegridos agrupados en corros. Hay un trozo de río –casi mejor, un arroyo con ínfulas– que tiene las orillas limpias porque los desbrozadores han actuado allí, pero que es un desastre solo unos metros más arriba.
La Sierra de la Culebra, hoy, es el recuerdo constante de un horror reciente.
De un horror doloroso.
Un horror con sesenta mil hectáreas quemadas pero, sobre todo, un horror con cuatro muertos.
Hoy es el día que los vecinos aún se pelean con la burocracia para «autorizar a la Junta» a que retire la madera quemada, porque no hay quien la saque por sus propios medios.
En ese contexto, la Consejería de Cultura anuncia que va a pagar 160.000 euros a una serie de artistas para que vayan a Villardeciervos a dar un concierto que iba a ser benéfico y ahora es «de homenaje». De «reparación moral», dijo Juan García-Gallardo. De las conversaciones de sobremesa con ese paisaje de fondo les dejo escrito lo que muchos piensan de su 'homenaje': una memez extraordinaria, un gasto sin fundamento, un engaño después de ocho meses de apagadas las llamas y un insulto para quienes tienen la postal del entorno virada a negro. De nada.
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