Antidisturbios
La cantina del calvo ·
Es cierto que en algunas partes del metraje los integrantes de la UIP no salen demasiadobien en la foto, pero se trata de una historia de ficciónSecciones
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La cantina del calvo ·
Es cierto que en algunas partes del metraje los integrantes de la UIP no salen demasiadobien en la foto, pero se trata de una historia de ficciónSi hace unas semanas 'Patria' era la serie que acaparaba la atención de los medios y hacía estallar las RRSS con solo sacar a la luz el cartel de la serie, ahora es 'Antidisturbios' la que ha conseguido atraer las miradas de los espectadores. ... Ambas son producciones españolas y eso, por sí solo, es una más que excelente noticia.
Hay que decir que la serie que dirige Rodrigo Sorogoyen escrita por él e Isabel Peña –con quien ya trabajó en la multipremiada 'El Reino'– ha provocado la irritación de una parte del CNP que, a través de sus cuentas en Twitter –donde si no–, la han calificado de «basura». Es cierto que en algunas partes del metraje los integrantes de la UIP no salen demasiado bien en la foto, pero resulta que no es un documental sobre la vida y milagros de la Unidad de Intervención Policial; no, se trata de una historia de ficción cuyos protagonistas pertenecen ella. Sin más –ni menos–.
Este cantinero tiene la suerte de contar con un buen amigo que lleva casi veinte añitos en la UIP y su veredicto es positivo; con algunos matices, por supuesto, pero le ha gustado. Matices que tienen más que ver con determinados procedimientos que distan mucho de la realidad –el briefing masivo tipo vestuario de fútbol americano– o con el uso del lenguaje, que, como sucede tantas y tantas veces, solo existe en la cabeza de los guionistas y escritores poco documentados. Sin embargo, hay secuencias en las que Sorogoyen sí ha sabido trasladar la tensión que se vive en situaciones concretas como el desahucio con la que arranca el primer capítulo –muy real, cámara en mano–; el desalojo de la plaza tomada por los manteros –brillante con los planos–; o el enfrentamiento con los ultras franceses –espectacular el despliegue de recursos técnicos–. Particularmente me quedo con el plano secuencia larguísimo de la cena final en el que saca lo mejor del excelente elenco de actores con el que ha tenido la inmensa fortuna de contar.
De todos ellos me quedo con Raúl Arévalo, Álex García y, sobre todo, con Hovik Keuchkerian. Lo reconozco, tengo auténtica devoción por este actor y al igual que de Pérez-Reverte me leería hasta una servilleta escrita por él, de Hovik me tragaría hasta un vídeo casero fumando un cigarro después de desayunar. El exboxeador –campeón de España de pesos pesados– de origen libanés tiene un talento innato para interpretar y un amplísimo registro que abarca de lo cómico a lo dramático pasando por todas las fases intermedias si es que las hay. En Antidistubios se mete en la piel de un contenido y experimentado policía que, además de liderar a su equipo, debe cargar con un pesado lastre que es su vida personal. Su trabajo es magnífico, impecable, y estoy convencido de que no tardando mucho recibirá el reconocimiento que merece.
En el otro plato de la balanza y siempre bajo mi punto de vista –que bien podría no tomarse en consideración– está el desarrollo del guión. Se hace necesario puntualizar que la serie no trata sobre las andanzas y desventuras de un grupo de antidisturbios. El argumento principal pone el foco en las corruptelas policiales que se destapan a raíz de una investigación de una intervención concreta de la UIP que termina en tragedia. Y es en esta parte donde a la serie se le ven las costuras. No terminan de hilar bien la trama y esta se va deshinchando en la medida en la que pasan los minutos y no termina de pasar nada. El final, sin hacer spoiler, es regu tirando a malo, dejando demasiados interrogantes en el aire, pero de esos que despiertan más indiferencia que interés por ser resueltos.
Dicho esto, 'Antidisturbios' bien merece tirarse en el sofá y disfrutar del talento de los intervinientes delante y detrás de la cámara. Porque talento le sobra a la serie, y cómo disfrutamos eso de utilizar el nuestro para evaluar el ajeno.
¡A gomazo limpio!
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