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Mauricio Martín
Un SOS ante Villalcázar de Sirga

Un SOS ante Villalcázar de Sirga

«La Santa María que inspiró a aquel rey sabio, pensador precoz de la unidad europea y cristiana, es testigo de la desolación de un enclave que se sostiene de milagro gracias a una ortopedia grosera y herrumbrosa de pretinas y tornillos»

Feliciano Correa, Doctor en historia

Lunes, 9 de septiembre 2019, 08:23

He vuelto a la histórica iglesia de Santa María la Blanca, en Villasirga, parada imprescindible del Camino de Santiago. Por aquí pasé hace veinticinco años, solar en el que anduvo Alfonso X en 1274 para enterrar a su hermano, el infante don Felipe. Sé ... que las piedras de monumentos hablan sin palabras, pero a mí, desde siempre, me han dolido cuando las veo desahuciadas. Y, en este enclave singular donde miro y siento, veo un rimen brumoso de hierbas parasitadas perturbando la belleza y empujando con sus codos para abrirse paso entre las griegas. Las palomas, como si expurgaran en un cadáver sin nombre, se reproducen entre los pliegues de las esculturas e invaden las coqueras que los viejos alarifes perforaron en el muro para alzar los sillares. Hay una queja plúmbea musitando en el aire. Así, la vieja villa donde se asienta la iglesia se olvida de que hoy es algo porque existe este esbelto legado y, a pesar de ese honor, sobrevive la joya desasistida de responsables del patrimonio. A diario pasean su vista por el lugar peregrinos, ilustrados, profesores, hasta gente de muy lejos… y unos y otros se lamentan del descuido. Y cada anochecida, cuando se encienden los focos, las palomas, con sus excrementos, prosiguen machacando los pómulos, los símbolos, las caras, los vestidos tallados en el pórtico gótico.

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