Ante el espejo

No es el único al que los trazos políticos le han embellecido, ni mucho menos. Hoy, cuando Juan García Gallardo se acaricia el mentón y se atusa el flequillo posa como para una foto. Lo suyo es una escultura. No es para menos. Y encima, ahora él tiene los ojos azules.

Esa combinación tan perfecta en el iris de cada uno les ha elevado a una especie de belleza política casi sobrenatural. Tanto que, efectivamente, ya no pueden vivir el uno sin el otro. Hay boda.

Este es un matrimonio (político) hecho a medida, según su propio discurso. Un matrimonio que en todo caso se formaliza no por el bien propio sino por el bien de los castellanos y los leoneses. En realidad, pese a que la plebe no lo sabía, su unión es un bien común que se urgía para la prosperidad de las gentes.

Tras el enlace la derecha y la extrema derecha caminan juntas por primera vez en esta comunidad, en una comunidad en la que los matrimonios (los políticos y los territoriales) nunca han funcionado demasiado bien.

Hay quien considera lo suyo (A&J) como una unión de intereses más que un flechazo a primera vista. Pero solo hay que mirarles a los ojos para saber que hay encuentros que están en el destino. Y este era uno de ellos.

Más en lo teórico, el PP y Vox formarán con este matrimonio a medida el primer gobierno en el que ambas siglas se entrelacen. Y bajo un análisis equilibrado, medido, es un reto de enormes dimensiones.

Ahora el PP se garantiza las riendas de la comunidad, cierto, pero compartirá la fusta y los tiros del carruaje. No está nada mal. Cómo hacer todo ello (o cómo dormir en la misma cama, si de un matrimonio de otro tipo se tratara) sin llegar a contaminarse de los vicios que pueda esconder su compañero de viaje.

Si en el PP hay un reto de calado, no es menor el de Vox. Por primera vez el partido de Abascal aparece con mando en plaza y será ejerciente en la acción social y política de un territorio. Si algo tiene garantizado el partido de extrema derecha es que cada una de sus acciones será analizada con lupa. Las acciones, y el resultado de las mismas, tendrán un efecto contaminante en todo su entorno.

Este matrimonio que tanto se mira a los ojos nada tiene que ver con el que en su día formaron PP y Ciudadanos. Entonces todo se escenificó de tal forma que lo suyo era agua y aceite en el interior del mismo vaso.

Hoy no es lo mismo. Cada error de Vox arrastrará al PP y en la misma medida cada tropiezo popular enturbiará a su pareja de baile.

La política, capaz de meter elefantes en un Seat 600 para hacerles bailar en su interior al ritmo de un acordeón, ofrece escenarios tan singulares como el que ahora tiene Castilla y León. A un lado la derecha, y al otro, la derecha de la derecha. Esta vez no hay dudas: son un matrimonio y ambos asumen un proyecto común.

Los primeros actos tras la celebración nupcial han estado marcados por la sonrisas y el buen humor. Incluso ambos se han felicitado por el buen color (de ojos).

Llegará la noche de bodas y quizá ahí aparezcan las primeras sorpresas: realmente uno de los contrayentes nunca ha creído en el matrimonio y el otro nunca ha creído en la iglesia. Buen comienzo para lo que se viene encima.

Por cierto, ¡viva los novios!