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Ha amanecido un sábado radiante. En Aguilafuente, pueblo amenazado por una presa faraónica, se celebra la Asamblea Anual de la Fundación Nueva Cultura del Agua. Va llegando la gente a los viejos lavaderos públicos, un precioso edificio ahora remodelado; llegan desde Aragón, Andalucía, País Vasco, ... Valencia, Murcia, Madrid, Navarra… Han elegido Aguilafuente por eso, porque la presa de Lastras les arrebataría casi cuatrocientas hectáreas de los pinares de su término y un manantial, casi un milagro geológico, rodeado de helechos que surte agua excelente a cinco pueblos del entorno. Son sabios que tienen a sus espaldas muchas horas de observación al pie de lagunas, arroyos y ríos; mujeres y hombres que luchan desde sus respectivos departamentos universitarios contra los desafueros del salvajismo cegato que trata de cargarse en una generación el tesoro natural heredado de las generaciones pasadas. Arrastran un estigma con ellos: en algunos sectores se les tacha de ecologistas. Como si nuestros abuelos y tatarabuelos no hubieran sido ecologistas cabales. Por eso nos legaron un paraíso que ellos tratan de defender. Ponen ejemplos. Tramos del río Tajo secos, literalmente secos, antes de su paso por Aranjuez, por culpa de los regantes y de los trasvases desordenados. Hablan de los desafueros del agua en la huerta murciana. Del uso de la tierra como albañal y estercolero. De los nitritos y de los arsénicos que envenenan las aguas por los desmanes de los regantes. Hablan de las aberrantes recargas de acuíferos con aguas del Terciario y del Cuaternario. Ponen en duda el concepto de caudal ecológico con el que los depredadores sistemáticamente secan los ríos. También hablan del milagro del Espadañal de Cuéllar, desecado durante años y donde ahora, además de cientos de aves, habita la nutria. Pienso que les podrían nombrar bomberos preventivos. Por cierto, allí, entre estos sabios anda también Javier Pascual, otro ángel del agua, que se desplaza en silla de ruedas. Era agente forestal y acudió a sofocar un fuego en Gredos. Un accidente. Javi es ahora un abanderado contra los desafueros.
Estos ángeles del agua no solo saben de lo que hablan; tratan de pararle los pies al capitalismo cegato que esquilma la tierra como si fuera suya. Lo malo es que lo hagan con la connivencia de nuestras instituciones que ceden a la presión del discurso torticero de los grandes grupos. Ya se sabe: riqueza, puestos de trabajo. Los del Carracillo presentes allí lo decían muy bien. Quizá algunos sean más ricos, pero en el Carracillo no hay más bienestar. Al contrario. Y es que antes que de riqueza habría que hablar de bienestar social.
Una niña de nueve o diez años remató el encuentro cantando el 'Romance del Conde Olinos'. Su voz angélica era agua pura de manantial.
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