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Carta del director ·
«Uno observa lo que sucedió el fin de semana pasado en Paiporta durante la visita de los Reyes y Pedro Sánchez y dan ganas de subirse como polizón al primer mercante que zarpe con rumbo a Filipinas»Felipe González dijo el martes pasado en un encuentro público que mantuvimos en el hotel AC Santa Ana que la polarización extrema del debate político y social es un mal que se manifiesta y extiende de arriba abajo. Es decir, el expresidente socialista responsabilizó ... a la clase política dirigente (en general) de empapar con ese modelo el discurso de otros estratos y capas de la sociedad. Puso, como ejemplo exagerado de ese clima de peligroso frentismo, lo que iba a suceder un día después en Estados Unidos. Allí la gravedad de esos síntomas ha sobrepasado todas las expectativas y ha desembocado en un incierto e inquietante segundo mandato de Donald Trump en La Casa Blanca.
Ignacio Varela, analista político que publica en El Confidencial, estrecho colaborador de González en sus años de presidente del Gobierno, decía el miércoles: «Repaso los problemas y momentos más críticos que hemos vivido en España durante la última década. Y compruebo que pueden clasificarse en dos categorías: los que la política provocó y los que la política empeoró». Impecable.
Ricardo Rivero, catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de Salamanca, prestigiosa institución de la que fue rector, deslizaba esta perla en su último artículo en El Norte de Castilla, en el que hablaba de Trump y de la tragedia ocurrida en Valencia hace una semana: «El ejemplo de solidaridad de la gente y su sentido común permite albergar esperanzas, pero si fuera por los gobiernos, perderíamos toda confianza en el sistema».
El pesimismo y la decepción protagonizan la mayoría de las opiniones más solventes de cuantas sigo y acredito. No es extraño. Uno observa lo que sucedió el fin de semana pasado en Paiporta durante la visita de los Reyes y Pedro Sánchez y dan ganas de subirse como polizón al primer mercante que zarpe con rumbo a Filipinas. Pero deberíamos ser honestos. Nada de lo que ocurre es producto del azar, de que nos han echado un mal de ojo. No es por brujería. Ni porque los malos son más listos que los buenos. Ni más fuertes. Ni más numerosos. Tanto desastre no es por una maldición. Tampoco es solamente culpa de que la gente, la plebe, el pueblo, nosotros, dóciles contribuyentes de a pie, votemos mal ni reaccionemos tarde…
Trump será de nuevo presidente de los Estados Unidos porque, principalmente, el partido demócrata hizo muy mal y muy tarde sus deberes a la hora de plantear una candidatura alternativa. «Mientras el liderazgo demócrata defiende el statu quo, el pueblo estadounidense está enojado y quiere un cambio. Y tienen razón», dijo el miércoles el senador independiente Bernie Sanders. «¿Aprenderán los grandes intereses monetarios y los consultores bien pagados que controlan el partido demócrata alguna lección real de esta desastrosa campaña?», se preguntó el político, de ideología socialista. Y añadió que no deberíamos sorprendernos de que el partido demócrata sea abandonado por la clase trabajadora si esta se siente abandonada por el partido demócrata.
Lo de Paiporta sucedió porque ninguno de los que asesoran a Sánchez, Mazón y el Rey toma café regularmente en la barra de un bar de polígono, porque ninguno sabe lo peligroso que es un españolito corriente desesperado, cabreado, hambriento, cansado, con barro hasta el cuello y abandonado a su suerte… Viven en su burbuja blindada de dossieres, cálculos, relatos y se olvidan de que la realidad es sucia, gris, torpe, imprevisible, trágica…
Lo de que un magistrado del Tribunal Supremo haya ordenado registrar el despacho del fiscal general del Estado, como ha sucedido en España, se debe a que en nuestras instituciones habitan altos cargos de gobierno que no están ahí para gobernar, sino para defender una plaza de poder, un color de partido, una facción ideológica. Cuando no es así. Porque, señores, gobernar implica, sobre todo, tomar decisiones que sabes que van contra los tuyos y tus intereses. Incluso si eres muy de izquierdas. O muy de derechas. O muy liberal, conservador o socialista.
Nadie debe extrañarse de que ahora al personal le importe todo un carajo en Valencia ni de que, dentro de un tiempo, cuando toque, ese personal saque la guadaña electoral y mande a freír churros a socialistas y populares para montarse a lomos de un García-Gallardo de turno como el nuestro, el procurador de Vox que ha diferenciado, sin el menor rubor, a un marroquí musulmán de un argentino católico. Mejor lo segundo, claro. Y mejor aún si juega bien al fútbol, es psiquiatra, organiza barbacoas y cuenta buenos chistes, le faltó añadir. O si es Papa de la Iglesia y obispo de Roma.
Nadie debería asombrarse de que el personal no se crea nada de nadie ni de que prefiera creer lo que le convenga, sobre todo si sale en una red social. Nuestro presidente del Gobierno se fue cinco días de retiro por la imputación de su esposa después de enviar una carta a la ciudadanía, adivinen, a través de una red social: X. ¿Lo hizo a través de medios oficiales? No. ¿A través de medios de comunicación tradicionales, públicos y privados? No. Eso sí, luego protestaremos mucho y lamentaremos mucho y nos indignaremos mucho porque Trump es apadrinado precisamente por Elon Musk, propietario de esa misma red social y, recuerdo a todos nuestros políticos tuiteros, el hombre más rico del mundo, no el más socialdemócrata.
Decía Felipe González que Europa está vieja. Que la Unión es especialista en teorizar y regular, pero no en competir ni en practicar. Eso lo hacen otros. Es verdad. Aquí, como el amigo Errejón, damos lecciones de feminismo todo el día mientras que, en cuanto podemos, cerramos el pestillo a nuestras espaldas para acorralar a una mujer. El acabose. ¡Si es que aquí, por no funcionar, ya no funcionan ni los protocolos anti machismo de Sumar! ¡Si es que ahora a los ultraderechistas se les ve organizados para boicotear actos oficiales y agredir a autoridades incluso cubiertos de lodo, armados con cepillos y rodeados de miseria y destrucción! Los muy malvados…
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