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Carta del director ·
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Carta del director ·
«Seguramente la renta y la progresividad de las cargas tributarias es el aspecto más importante a tener en cuenta a la hora de promover medidas de equilibrio social»Esta semana hemos atendido varias noticias de carácter económico de amplio seguimiento mediático. Una ha sido la crisis del banco suizo Credit Suisse. Otra ... los resultados de Mercadona, durante cuya presentación su dueño y presidente, Juan Roig, explicó sus puntos de vista sobre el mundo de la empresa, la ley de la oferta y la demanda la creación de riqueza y beneficios. Otra ha sido la nueva reforma de la pensiones. El Gobierno y los sindicatos han acordado sostenerlas, en parte, gracias al aumento de las cotizaciones de las empresas y de los empleados con más ingresos. La seguridad social ya no llora, la seguridad social factura. Y otra ha sido el episodio del consejero madrileño Enrique Osorio, que se ha beneficiado de ayudas en el coste de la luz por familia numerosa, a pesar de su abultado patrimonio. Al margen de otras consideraciones, creo que todas ellas devuelven al debate público, por enésima vez, la vigencia de una corriente que me parece terrible y que, llevada al extremo, considero autodestructiva: la demonización del éxito económico y el reduccionismo que lleva a algunos gobiernos a filtrar todo y a todos los ciudadanos por un único parámetro, el de la renta. Ni siquiera el de la renta disponible o ponderada.
Seguramente la renta y la progresividad de las cargas tributarias es el aspecto más importante a tener en cuenta a la hora de promover medidas de equilibrio social. Pero algo falla cuando no se dan las condiciones para que los equilibrios se produzcan de manera más espontánea, cuando casi todos esos ajustes pasan por que los gobiernos quiten de un sitio para ponerlo en otro. Sin límite. Por ejemplo, un criterio podría ser favorecer a las familias numerosas, con tres hijos o más, por su valor esencial y superior a otros muchos. Pero tampoco. Una familia numerosa es valiosa solamente si las pasa canutas. Si una familia numerosa dispone de unos ingresos profesionales o un patrimonio creado a partir de inteligencia, renuncias, ahorro, buenas decisiones o la suerte de un décimo de lotería, todo perfectamente legal y legítimo y por lo que se tributa de modo progresivo, entonces no. Entonces esa familia, ante un tipo de ayuda como el bono eléctrico, es equiparable a un soltero cuarentón con un salario de 60K. Y arrea, a esa familia se le juzga como una panda de jetas. Cualquier día un asalariado verá vetado su acceso a determinados servicios sanitarios o educativos básicos porque, por su renta, se los podría pagar en el sector privado de su bolsillo. ¿Que no?
¿Qué pasa con los bancos y las empresas? Parecido. Las empresas que van bien, como Mercadona, son demonios porque hacen bien las cosas, son inteligentes y crean riqueza. «Si no hay beneficios, no se pueden mantener y actualizar los activos ni expandir la empresa. Cuanto más dinero ganas, más impuestos aportas, mejores sueldos pagas, más inviertes y más repercutes en los accionistas», dijo Roig. Eso funciona así por un marco regulatorio democrático basado en libertades, derechos y obligaciones. Tiene errores, pero no puede ser sometido a una enmienda a la totalidad o calibrado por juicios morales en cuanto vienen mal dadas. ¿Nos iría mejor en España con más mercadonas? ¿Qué pasaría si mañana Mercadona quiebra y cierra? ¿Cómo es posible, por seguir con otro de los temas de la semana, que al mismo tiempo que se decide imponer un impuesto a los beneficios de los bancos en España se haga gala de la fortaleza y solvencia de nuestros bancos, que se elogian frente a la de Credit Suisse, cuando en esa credibilidad y solidez es parte esencial precisamente que nuestra banca haya innovado y evolucionado para ganar en rentabilidad y beneficios? ¿De verdad queremos que los bancos no ganen dinero para provisionar impagos, prestar dinero para inversiones, retribuir a sus accionistas, pequeños y grandes, y así mantener saludable y limpia la circuitería de nuestro sistema económico?
El cuarto tema, el de las pensiones, es otra gran paradoja. Dejando a un lado el hecho de que para ese viaje –aumentar las cotizaciones– no se necesitaban alforjas, consideraremos un detalle no menor. Aquí también se diseña un sistema que trata de obtener ingresos adicionales de las rentas altas, con las consecuencias que ello tenga para nuestro ecosistema laboral y empresarial. Lo hace la Seguridad Social, que cuenta con un fondo de reserva que, a pesar de reducirse de los 66.000 millones de euros de 2011 a los 2.100 de 2019, sigue invirtiendo en activos financieros según las reglas de los mercados. ¿Y cómo lo hace? En uno de los últimos informes enviados a Las Cortes lo explica, en la página 16 exactamente: «El Fondo de Reserva de la Seguridad Social invertirá en Deuda Pública española y podrá invertir en Deuda Pública del Estado alemán, francés y Países Bajos y en activos emitidos por el ICO (Instituto de Crédito Oficial). Todos los activos han de estar emitidos en euros, ser de calidad crediticia elevada y negociarse en mercados regulados o sistemas organizados de negociación». ¿Pero no habíamos quedado en que Países Bajos era un paraíso fiscal, un nido de ultraliberales despiadados? Los de Ferrovial son unos mamarrachos por trasladar su sede a Amsterdam, pero nuestras pensiones las invertimos en deuda pública triple A plus y con lazo naranja: a la holandesa.
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