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El histórico del PSOE Virgilio Zapatero estuvo hace unos días en Valladolid presentando su nuevo libro, 'Aquel PSOE'. En él se habla mucho de principios políticos, del espíritu, del fondo y misión del partido. Sin embargo, trata poco de lo que hace que dichos ... principios, ese espíritu (sean para argumentar una amnistía infame o para articular la valiosa ley de la dependencia) y la aspiración de un modelo de sociedad más libre y fraternal puedan prevalecer en forma de programa que promuevan unas listas electorales mayoritarias en las urnas. Es decir, para que el PSOE o cualquier otro partido ponga en marcha un plan social, el que sea, debe gobernar. Y para gobernar, debe antes convencer y sumar. Y para convencer, tendrá que disponer de una estructura orgánica y de mandos medios internos dispuesta, capaz y motivada, una que empape en el tejido ciudadano y se empape de él. Y para esto último, en fin, para que un afiliado quite tiempo a su descanso y su familia y reparta panfletos por los buzones, acuda a un mitin y lleve en su coche a otros cuatro, saque la cara de su líder en un bar o convenza al cuñado en la cena de Navidad para hacerse de UGT o ir de diez en la candidatura del pueblo, se precisan ciertos valores: coherencia, justicia, igualdad, trabajo, renuncia, tolerancia...
¿Por qué el PSOE va a tener muchas dificultades a la hora de reconstruirse territorialmente, como aseguran desde Ferraz, después del descalabro del año pasado en las autonómicas y de la réplica en Galicia el fin de semana pasado? Pues más que por los cambios en su principios o postulados, más que por la amnistía, por carencias más prácticas y domésticas. En un grupo de whatsapp de afiliados socialistas locales alguien respondía esta semana a una pregunta semejante refiriéndose a las dinámicas perniciosas que desatan las primarias, que alteran el sistema de lealtades orgánicas y hacen prescindibles los mecanismos intermedios de control. Algo así sucede, no ya desde que está Pedro Sánchez en el poder, sino desde bastante antes. De hecho, otro de los participantes en el mismo foro lo explicaba más o menos así: la crisis del partido arranca en las primarias de Borrell y Almunia porque se desarrollan inercias incontrolables, como las actitudes presidencialistas. Es muy difícil reunir voluntades que se dejen el pellejo desde el presidencialismo. O tomando decisiones en las listas a martillazos, como ocurrió en las últimas municipales. Como le ha pasado al pobre Besteiro en Galicia. O eliminando la mínima disonancia u opinión crítica. En el PSOE siempre hubo familias, corrientes, grupos y sensibilidades. Hoy el primer y principal foco de polarización política se encuentra en el seno de los partidos, donde los contrapesos a la voz del que manda han desaparecido. En el PP pasaba parecido cuando, en la época de Pablo Casado, el palentino alcanzó el despacho de Génova a lomos de las famosas primarias y puso a García Egea a aplastar los aparatos provinciales.
Hace años, en una conversación con un secretario de organización del PSOE, él me explicaba cómo se ganaban elecciones una tras otras: con trabajo diario, yendo en persona a todas las casas del pueblo, respetando equilibrios generacionales, territoriales y por resultados, me decía. Si el que pierde en su pueblo tiene premio y el que gana no, malo. Si solo pones mujeres o solo hombres, malo. Si la comarca grande y poblada no tiene más representación que la pequeña, malo. Es un puzzle complicado que se rehace cada día para que sea justo y todo el mundo lo entienda y más o menos lo comparta, asumiendo un mínimo grado de insatisfacción. No vale solo con los pelotas y arrimados. Así todo el mundo lo defenderá y contagiará con ello sus motivaciones a simpatizantes y votantes. En un partido, el ordeno y mando de uno solo que lo decida todo, por mucho carisma que tenga, conduce a la ruina a largo plazo. Con estas palabras u otras parecidas, aquel veterano socialista venía a aventurarme que las primarias se acabarían cargando el partido porque lo dejaba desprotegido y huérfano de su primera fortaleza: el compromiso de la militancia.
El nuevo episodio de un PSOE desarmado por la base lo veremos en las elecciones vascas del 21 de abril. No lo digo yo, lo dicen prestigiosos socialistas pata negra. Los de las agrupaciones locales. Los de las casas del pueblo. Ni publican libros ni han subido nunca a un coche oficial, pero saben por quién se jugarían los cuartos y por quién no. Veremos si se equivocan.
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