La extrema debilidad política de Pedro Sánchez cosechada en las urnas hace un año quedó perfectamente expresada esta semana con el último estacazo que le ... propinó Junts en el Congreso, tumbando la senda de déficit que propuso el Gobierno. También por el continuo chantaje al que le somete Esquerra a cambio de respaldar su apoyo a Salvador Illa en la Generalitat. La reunión con Aragonès fue un buen ejemplo de ello. La de Ajuria Enea, otro más.
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Todo gobierno debe ejercitarse en el arte de lo posible, eso dice la teoría. Pero el actual, liderado por el secretario general del PSOE, nos está acostumbrando a masticar constantemente pócimas y brebajes imposibles. Porque solo sale adelante lo que quieren nacionalistas y secesionistas: indultos, filigranas jurídicas varias, amnistías, inversiones a dedo, condonaciones de deuda a demanda. O sea, lo que parecía impensable, que el Estado quedara en manos de un aparato de respiración asistida enchufado a la «metralla periférica» (así califica un buen amigo a nuestros nacionalismos), es hoy lo cotidiano, lo normal y hasta, para algunos, lo deseable.
En cuanto llegan semanas especialmente críticas como esta, surgen en el PP las voces que, con cierto voluntarismo, pero también con mucho de fundamento, anticipan el fin de Sánchez, de la legislatura, y la proximidad de un nuevo comienzo vía anticipo electoral. Se me ocurren seis razones, sin embargo, para dudar de que dicho fin ni el fracaso estrepitoso de la legislatura estén tan próximos. Independientemente del desgaste para el país, de que ello suponga o no un desastre a gran escala y desde muchos puntos de vista para nuestra salud institucional y política.
Uno. Pedro Sánchez ha publicado dos libros, uno titulado 'Manual de resistencia' y otro 'Tierra firme'. Sugieren, ambos encabezamientos, la figura de alguien sólido que resiste en sus arraigadas convicciones. Pero no es eso lo que tenemos. No tenemos a un resistente, sino a un resucitado. Ni a alguien de perfil rocoso, sino volátil, adaptable, camaleónico vaporoso… Pedro Sánchez es como una súper bacteria inmune a cualquier antibiótico, en este caso de la coyuntura política. Siempre en sentido figurado, no es que haya sobrevivido a todo, es que, una vez muerto, fue capaz de renacer. Lecciones de cintura, regate, táctica y capacidad de reacción, al 'puto amo' (que diría nuestro exalcalde Óscar Puente) las justas.
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Dos. El presidente es un mago aprovechando el contexto de polarización política extrema al que nos han llevado los dos principales partidos, no solo el PSOE, las redes sociales y la pereza intelectual. Su victimización dio resultado hace un año y todo lo que sucede en el espacio de la ultraderecha, más a raíz de la pulsión descubierta por el partido de Alvise, beneficia la cautividad de buena parte de su electorado. Con eso cuenta y eso le permite, pese a todo, mantener un importante respaldo social. Cuantos más y más poderosos quieran expulsarlo de la escena pública, da la sensación de que mejor y con más ahínco se atrinchera. Por desgracia, el centro ideológico es cada día más pequeño en España y eso lo pagaremos caro.
Tres. Los problemas judiciales derivados de la actividad profesional de su esposa, Begoña Gómez, no los va superar mejor fuera de Moncloa que desde dentro. De hecho, demostró que se abona a esa tesis porque tuvo al país en ascuas cinco días después de enviar una carta que pudo sugerir una cierta huida o renuncia. Nada más lejos de la realidad. ¿Por qué perder la que sin duda puede ser su mejor arma de defensa para él y su pareja, que es conservar la condición de primera autoridad política ejecutiva del país?
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Cuatro. Si por fin tuviese que adelantar elecciones y dar por agotada la legislatura, su primera opción sería con toda probabilidad repetir de candidato. Lo cual sería un contrasentido más, de los muchos que llevamos vividos los últimos años, pero también una garantía de unidad en su partido. El PSOE no podría gestionar la cita con las urnas sin violentar aún más su proceso de autodestrucción con una designación a dedo de Montero, por ejemplo; o con una lucha intestina entre gallos que quieran heredar los restos del naufragio. ¿Cómo organiza ahora el PSOE una transición? Si el PSOE es Pedro Sánchez y viceversa, si después de él, la nada, el líder solo puede hacer que sobreviva el partido sacrificándose por completo y asumiendo que, en un periodo de tiempo no precisamente corto, la organización debe emprender un largo, duro, sacrificado camino de regeneración interna. Difícil lo veo.
Cinco. ¿Cabe peor momento para abrir una campaña electoral que cuando precisamente el PP está liberado casi absolutamente de los condicionamientos asociados a sus vínculos con Vox? Si justo fueron los pactos en Valencia, Baleares, Aragón o Extremadura los que animaron al votante socialista a corregir unas previsiones que pintaban ideales para Feijóo y los suyos… No entiendo muy bien el entusiasmo con que se reclama desde Génova que se haga algo que, lo saben de sobra, solo impondría una potente orden internacional como la que recibiera Zapatero en su día. Y quizás ni eso. Nada impedirá que Sánchez lleve su manual de resistencia a las últimas consecuencias.
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Seis. Toda esa «metralla periférica» (ERC, Junts, Bildu, PNV) que tiene al presidente conectado a un gotero sabe que no se repetirán situaciones ni protagonistas como los presentes. Podrán tensar la cuerda lo que deseen, con Cataluña, con los presupuestos, con la amnistía, etcétera, pero sin llegar a romperla. ¿Dejarían caer a Pedro Sánchez los que le mantuvieron en Moncloa hace ahora un año si él presentara una cuestión de confianza? Entre otras cosas, quienes desde el Constitucional o la Fiscalía General pudieran actuar a su favor, con solo un gesto del jefe cambiarán de criterio. Y lo que un día es cristalino, necesario, canela en rama, a la vuelta de un anticipo electoral se tornaría turbio, perjudicial o vitriólico…
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