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Nadie que haya vivido en nuestro planeta el último siglo, o sea, en la Tierra, no en la Luna ni en Marte ni en Saturno, en la Tierra, dudará un segundo de que lo que Pedro Sánchez considera una «estrategia de acoso y derribo» ... de medios, poderes e intereses «de marcada orientación derechista y ultraderechista» contra él y su esposa no es nada nuevo ni extraordinario ni exagerado. Ni incluso insólito. Más aún, diría que, si hay que medir la intensidad de los acosos y derribos ejercidos en las últimas décadas por poderosos adversarios de todo pelo contra políticos o gobernantes de todo paño, si hay que calcular la densidad de ese fango que nos rodea, ha habido situaciones, cientos de ellas, mucho más graves, peligrosas, injustas y miserables que las denunciadas por nuestro presidente. Y las han tenido que soportar, con paciencia franciscana, con escoltas armados, con resignación, no solo dirigentes políticos y sus familiares, sino profesionales o referentes sociales y económicos de mucha menor importancia pública que todo un jefe del Ejecutivo. A ver. ¿Cuántos alcaldes o cargos del PSOE, por ceñirnos a su propio partido, hubiesen podido argumentar una carta en parecidos términos no hace tanto en el País Vasco y Navarra, pero aludiendo a las izquierdas abertzales o filoterroristas? No solo en País Vasco y Navarra, de hecho. Por cierto, ¿sabe Pedro Sánchez en qué consistía el acoso y derribo de la kale borroka contra cargos electos socialistas allá por los noventa? En mi juventud me tocó cubrir varias veces sucesos relacionados con dianas pintadas en portales, pancartas, insultos, violencia de todo tipo ejercida por los que hoy se esconden detrás de sus socios de Bildu.
En fin. Lo más escandaloso de la carta de Sánchez a la ciudadanía es que, realmente, él debe creerse que es el único hombre bueno que existe, el único enamorado, el único que, con las manos en los bolsillos, sufre injustamente en este mundo, en este país lleno de hijos de puta, millones de personas que, aunque la ciencia aún no ha logrado explicarlo, ni le quieren ni le votan… En ese grupo no solo están los fachas de ultraderecha. También asimila sin distinción alguna a los que, junto al PP y Feijóo, ya son considerados directamente «derechistas», en otro alarde verbal de polarización. Que parece que no estamos suficientemente polarizados.
La reflexión de Pedro Sánchez, su toque de atención populista, demagógico, bisutería moral, su absentismo hiperventilado, es por encima de todo un gesto alineado con actitudes cuando menos infantiles e irresponsables. ¿Necesita cinco días para reflexionar? ¿Necesita comunicarlo? Si mañana todo aquel que se sienta víctima de una injusticia, un acoso, un derribo, le pide cinco días al jefe para reflexionar, ¿este tendría que dárselos? ¿Sólo cinco? ¡Pero qué inmensa chaladura!
Todo cuadra, qué casualidad, con la enésima polémica del exalcalde Óscar Puente, esta vez relacionada con los trenes de La Rioja. Recordemos que el ministro vallisoletano, quien, como todos sabemos, es el político que ha recibido más insultos de la historia del mundo mundial y por eso los tiene recopilados en una lista interminable, se expresó así la semana pasada en relación con una portada del diario La Rioja crítica con sus decisiones sobre el tráfico ferroviario en aquella comunidad: «No queremos importunar a los vecinos y vecinas de la Rioja. Si su gobierno considera que no es útil ese tren, lo emplearemos en otros destinos donde sí les sea útil. No estamos para molestar a nadie, ni para desperdiciar el material ferroviario del que disponemos». Yo pensaba al leer su tuit: imaginemos que se replican este tipo de pataleos ante cualquier queja que reciba el Gobierno. ¿Por las pensiones, que algunos consideran insuficientes?, pues dedicamos ese dinero a los agricultores, que seguro que lo aprecian más. ¿Por los agricultores, que acumulan crisis y papeleos?, pues destinamos los esfuerzos a la industria o el turismo o cualquier sector más agradecido… De locos. Esta semana, al final, lo he entendido, después de los tres folios de la carta de Pedro Sánchez: tal para cual, Sánchez y Puente, ambos necesitan cariño, afecto y mimos. Amor en barra y música de bolero.
La verdad es que no me atrevo a pronosticar qué sucederá cuando el presidente comparezca el lunes (supongo que sin preguntas de periodistas, que son un engorro) para comunicar si sigue al frente del Gobierno o si abre otra fase de inestabilidad sin precedentes en España. Aquí hace ya mucho que todo es posible, especialmente lo improbable… Aquí hace ya mucho que hemos llegado al punto de que la actualidad se ha convertido, cual acontece, en una parodia como las que cada viernes emite la Ser en Las noches de Ortega. Escuchen el programa del seis de abril. O uno titulado 'un pequeño bache', del 9 de marzo. O ese en el que se recreaba la gala de los Goya, del 17 de febrero.
Ojalá sirviera, esta nueva pirueta del presidente, para que se detuviera, por parte de todos y en la misma medida, la escalada de tensión social, institucional y política a la que nos tienen sometidos, todos, desde hace tanto tiempo… Pero no. ¡Qué va! Ni lo sueñen. Seríamos unos ilusos si lo creyéramos. Al revés, esto será un paso de gigante en la dirección exactamente contraria a todo lo que implique reconciliación, diálogo, respeto o sana convivencia.
Una cosa me queda clara. Si un ministro o un secretario de Estado, por ejemplo, aparecen por el barrio o el pueblo a conceder algo (una variante, un polideportivo, un campo de petanca, un hotel para insectos o el asfaltado de calles…), algo que ellos entiendan positivo me refiero, lo sea o no, no me sean cabrones ni desagradecidos y dispóngase prestos, diligentes, gozosos, gloria bendita, a dar alabanza a su graciosa autoridad y tener listo el emoji de las dos manos levantadas como signo de felicidad plena por tan magnánimo e inmerecido privilegio…
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