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Esta semana vi completa la mejor serie española del año pasado, 'La mesías'. Drama familiar, cuento de terror basado en hechos reales, thriller psicológico, una mezcla de todo lo anterior, los siete capítulos cuentan la historia de una madre que, influida por un fanático ... religioso, dice creerse portavoz de la palabra de Dios y salvadora del mundo. Para ello, para salvar el mundo, secuestra a sus hijos y los aparta en una casa en mitad del campo. Dos de ellos, los mayores, Enric e Irene, logran huir del encierro ya como adolescentes y tratan con el tiempo y a duras penas de rehacer sus vidas y superar los terribles traumas que arrastran desde su niñez. Las demás hermanas forman un grupo musical, Estella Maris, que lo peta con canciones domésticas emitidas a través de un canal de youtube.
Sí, la cosa es un poco loca, bastante excesiva, bella por momentos, angustiosa, cruda y desconcertante casi siempre. Merece la pena porque no es fácil haber visto nada semejante. Sobre todo, no es fácil reunir bajo un mismo título los papelazos de las tres actrices que, en distintas fases de su vida, interpretan a la protagonista: Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi.
A mí me costó mucho sobreponerme a los dos primeros capítulos, en los que los guionistas no conceden ni un minuto de paz. En ellos se suceden las escenas de maltrato, desesperación y ruina familiar. Pero una vez superado ese punto, desde el cuarto capítulo principalmente, la historia evoluciona con algo más de respiro y comienzan a entenderse algunas paradojas, dado que la estructura narrativa es, hasta casi el final, un constante ir y venir de dos tramas, la del presente de los dos hermanos aparentemente alejados de la mesías, y la de los años pasados que desembocan en el desastre…
Y me costó también no construir, inconscientemente, analogías entre los argumentos de la serie y los personajes que pilotan nuestra actualidad política. Qué quieren, defecto profesional. O manía persecutoria. O que representa un reto mayúsculo no caracterizar nuestro debate público como un larguísimo catálogo de fanatismos, convicciones irracionales, fe ciega y presas mentales de todo tipo. Es que oigan, ni los javis, los padres de la serie, imaginarían un desenlace para sus creaciones a la altura de lo sucedido esta semana en el Congreso, con el rechazo por parte de Junts de la Ley de Amnistía.
Quienes hayan visto la serie entenderán que a veces uno encuentre parecidos razonables entre los gestos y actitudes de la mesías y los de nuestro presidente, que hará y defenderá lo que sea con tal de salvar al mundo de la fachosfera. También entre, no sé, Irene, la hija mayor, que le termina cantando las cuarenta a su madre en el éxtasis de su locura enfermiza, y un Felipe González harto del nuevo PSOE. O entre el hijo mayor, desquiciado, emborrachado de complejos y aquejado de una desorientación crónica, y esos políticos de Ciudadanos o Podemos que no se hallan. Entre Cecilia, la única de las hijas que forman el grupo musical que, con curiosidad y conciencia de la realidad, es capaz de escapar de la disciplina de las Estella Maris, y ese García Page del extrarradio al que no terminan de domesticar del todo. Y entre Aina, la lideresa del conjunto musical, y el obediente Félix Bolaños, capaz de retorcer cualquier lógica o realidad con tal de darle la razón a su mesías…
Quienes hayan visto la serie entenderán que alguna escena, como la de las bombonas de butano, la del regreso del Enric a los brazos de su madre o la del tanatorio (no doy más detalles por no reventarlas), parezcan sacadas de los telediarios. ¿Exagerado? Quienes no la hayan visto, deberían verla. Y luego hablamos.
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