Las crónicas periodísticas de todo el país dieron esta semana mucha cancha a los resultados del barómetro del CIS de septiembre. De ellos se ha deducido que los españoles se muestran especialmente preocupados por la inmigración como problema. El barómetro del instituto público refleja lo ... siguiente. A la pregunta abierta «¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España?», casi uno de cada tres españoles (el 30,4%) señaló espontáneamente que su primer, segundo o tercer problema por orden de importancia es «la inmigración», detalla el estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas, elaborado a partir de 4.000 entrevistas. Así, decía un artículo de El País: «La inmigración ha pasado de ser la cuarta preocupación a situarse en cabeza» en solo dos meses. Basta comparar el barómetro de julio con el de septiembre. Sin embargo, cuando a los encuestados se les pregunta por aquellos problemas que les afectan a ellos personalmente y no a España, entonces la inmigración deja de ser el primero y se convierte en el quinto. En julio era el octavo y hace un año, el decimosexto.
Hoy se ha convertido en un asunto central de actualidad política. Fue la mecha que desató la ruptura de los gobiernos de coalición de Vox y PP el pasado verano. Para Vox, la inmigración es fundamentalmente sinónimo de inseguridad. Por otra parte, ahí tenemos a Feijóo fotografiándose días atrás con la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, de la que el gallego elogió sus medidas migratorias.
En el PP preocupa el problema, pero yo defiendo que la inmigración no es lo que parece, que tiene mucho de burbuja política, mediática y demoscópica, que no es un tema de conversación cotidiano en bares, autobuses ni salitas de espera. Mucho menos generalizado ni en todo el país con la misma intensidad. Ni, en absoluto, destacado por su pretendida influencia en un aspecto tan sensible y complejo como el de la inseguridad ciudadana. El mismo CIS, en sus barómetros de hace un año, del pasado julio y de septiembre, el último, constata que en España no nos sentimos más amenazados por un clima de inseguridad. Apenas entre un 4% y un 4,5% de los encuestados lo consideran importante y el mismo raquítico 0,6% (en julio y hace un año) o 0,7% (en septiembre pasado) lo sitúan como el primer problema de España. Por tanto, si la inmigración es un problema real en España, cosa que estoy lejos de aceptar tal cual, desde luego no lo es porque genere inseguridad.
¿Y por qué no acepto dócilmente que sea un problema con la dimensión que se presume por la atención que le prestan algunos políticos? Primero porque, como periodista, vecino, ciudadano, usuario de ascensores y de salitas de espera, no lo percibo así. Pero además me apoyo en las propias investigaciones del CIS. ¿Cómo puede ser que en dos meses los encuestados expresen un aumento tan acusado de la preocupación por esta cuestión, más aún desde hace un año? Pues las razones me temo que están en la propia encuesta. En todo caso, si no fuera así, al menos conviene tener en cuenta que no se están comparándose sondeos equivalentes. Ni parecidos.
Hace un año, la pregunta que abría este artículo era la cuarta de un cuestionario de más unas veinte. Al encuestado antes se le tomaban datos básicos y se le preguntaba por el cambio climático y la situación económica. Hace dos meses era la décima de unas treinta. Antes, al encuestado se le preguntaba con más detalle por su nacionalidad y se le pedía opinión sobre temas y conflictos diversos de carácter internacional: «¿Podría decirme si suele Ud. prestar mucha, bastante, poca o ninguna atención a este tipo de noticias?», «¿cuál considera Ud. que es el principal problema mundial en la actualidad?», tras lo cual se le ofrecían alternativas del tipo las guerras, la pobreza, la inmigración… «¿Y podría decirme si está Ud. muy preocupado/a, bastante, algo, poco o nada preocupado/a por la invasión de Rusia a Ucrania?», seguía la entrevista de julio. «Y por la guerra en Oriente Próximo, ¿está Ud. muy preocupado/a, bastante, algo, poco o nada preocupado/a?» Más: «¿Cree Ud. que, en general, España debe cooperar internacionalmente para ayudar a solucionar los problemas que tienen los países menos desarrollados, a pesar del coste económico que ello suponga?» Luego el cambio climático y la economía. Razonablemente, la inmigración quedaba sugerida en la entrevista, cosa que no sucedía en la de hacía un año.
¿Qué pasó en septiembre pasado? Pues que las preguntas previas volvieron a cambiar en parte. Fueron estas: «¿Cree Ud. que actualmente existen muchas desigualdades entre los países pobres y los países ricos? ¿Y cree Ud. que las desigualdades actuales entre los países pobres y los ricos, actualmente son mayores, menores o iguales que hace 30 o 35 años? ¿Cuánto le preocupan a Ud. personalmente las desigualdades que existen entre los países pobres y los países ricos? ¿Cree Ud. que las desigualdades existentes entre los países pobres y los países ricos son una de las causas que explican el aumento de la población inmigrante en países como España? ¿Cree Ud. que países como España tendrían que hacer mayores esfuerzos para ayudar a desarrollarse a los países más pobres?» Luego se cuestionaba sobre Ucrania, Oriente Próximo, el cambio climático y la economía. ¿Se aprecia la diferencia verdad? ¿No es lógico que la inmigración, así en general, no la ilegal, que tampoco matiza el CIS, se instale en la mente de los encuestados como un problema cuando minutos antes alguien se ha ocupado de crearlo a través de varias preguntas? Curiosamente, y esto es algo que refuerza la importancia que tiene situar preguntas en un sitio o en otro, antes o después de otras, el cambio climático pasa de ser un problema para el 13,8% hace un año a serlo para el 3,7% ahora o para el 6% en julio. ¿Y qué ha sucedido nuevo los últimos doce meses al respecto? ¿Ya no hay calentamiento global, los polos vuelven a enfriarse? No ha sucedido nada, solo el sesgo del cuestionario.
No discuto que la inmigración, particularmente la ilegal, sea un punto relevante de nuestra agenda política y social y asunto no menor en algunos barrios de nuestras ciudades. Pero después de lo visto me atrevo a decir que es un artefacto bastante menos consistente de lo que parece, que no es un serio conflicto de interés generalizado y que, por tanto, quedaría lejos de activarse como un vector de movilización electoral, si es que en algún momento puede llegar a serlo. Deberían tenerlo en cuenta unos y otros antes de hacerse viajes a Italia. Si esto es, cómo no, más gasolina que polariza opiniones y voluntades, ideal para los propósitos electorales de Vox y PSOE, habrá que recordar quién dirige el CIS, con qué sondeos y con qué intereses.