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La afición recibe al Pucela antes del último partido ante el Español en el José Zorrilla R. Jiménez
Opinión

Más hormigón, esto es el Pucela

Un equipo de fútbol es una empresa cuyo producto a la venta es un sentimiento, una identidad, una esperanza, una historia, un orgullo, una rivalidad, una competitividad, una pasión...

Ángel Ortiz

Valladolid

Domingo, 26 de mayo 2024, 00:19

Este domingo el Real Valladolid puede convertirse de nuevo en equipo de primera división. Nos la jugamos en el José Zorrilla ante el Villarreal B, ... colista de Segunda y prácticamente descendido. A la misma hora, el Eibar, nuestro rival más directo para ocupar una plaza de promoción directa, juega en Gijón contra el Sporting. Todo parece venir de cara al final de temporada, pese a las polémicas por el escudo, la errática dirección técnica de Pezzolano o el cúmulo de lesionados en momentos decisivos. Por eso ayer entregamos junto al ejemplar del diario un suplemento especial de 56 páginas extraordinario, con decenas de apoyos para el equipo de la ciudad.

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Pero esto es la segunda división española, señoras y señores: lo más parecido, en términos futbolísticos, a la escabechina de las primeras escenas de 'Salvar al soldado Ryan', esas que muestran a miles de soldados americanos desembarcando en las playas de Normandía, avanzando como pueden entre cadáveres y acribillados por las ametralladoras alemanas. Todo el empuje y apoyo del mundo, pero cuidado porque en el fútbol de trincheras todo es posible antes del pitido final…

En paralelo, hemos conocido el deseo de Ronaldo de vender el club. Lo sugirió en una rueda de prensa en Brasil hace unas semanas. Y también hemos sabido de las negociaciones que mantienen el presidente y una empresa constructora local, Inexo, para concretar una operación que traspasará la sociedad a propietarios locales.

Ronaldo tiene todo el derecho del mundo a vender sus acciones a quien le parezca por el precio que considere. Faltaría más. Los dueños de Inexo, Javier Recio y Sergio Rello, y cuantos se sumen a su iniciativa tienen de igual modo la libertad de invertir su dinero y endeudarse para comprar un club como el Pucela o una cadena de fruterías. Hasta aquí, máximo respeto a los protagonistas conocidos de todo lo que se va sabiendo.

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Pero hay que considerar más cosas cuando se habla de equipos de fútbol. La primera es que un equipo de fútbol es una empresa cuyo producto a la venta es un sentimiento, una identidad, una esperanza, una historia, un orgullo, una rivalidad, una competitividad, una pasión. Cuya materia prima es algo a veces tan caprichoso como que una pelota de unos 70 centímetros de circunferencia y 400 gramos cruce la línea de gol bajo una portería de 7,3 metros de ancho por 2,4 metros de altura. A ser posible, el mayor número de veces.

Es decir, no hablamos de una marca de mermeladas ni de un hotel de lujo ni de una bodega. Por no hablar del mercado en el que desarrolla su actividad, una competición deportiva de todos contra todos con bastantes condicionantes económicos y regulatorios; o de la plantilla, veintitantos deportistas con un notable exceso de talento y ego que hay que motivar, cuidar, entrenar, curar, hacerles jugar y cooperar como un equipo. Jorge Valdano decía hace poco que un equipo de fútbol es fundamentalmente un estado de ánimo. Nada más lejos de una tabla de estimaciones económicas que el estado de ánimo… Todo lo anterior sirve para explicar por qué los planes de negocio o proyecciones empresariales habituales en cualquier otra operación de compraventa de acciones no son tan fácilmente escalables ni adaptables a la realidad de una sociedad anónima deportiva.

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De lo conocido en relación con los contactos activos para la compra del Real Valladolid por parte de una constructora y otros socios, llaman la atención varias cosas. Primero y principalmente, que no quedaría un socio único con al menos el 51% de la propiedad y eso, un club sin un liderazgo claro, protagonista y reconocible, en el mundo del fútbol de hoy funciona regular. Hay ejemplos a patadas, también locales, de malas experiencias y fracasos debidos a una falta de liderazgo y mando que, habitualmente, desenfoca los objetivos y ralentiza las decisiones. Así que quienes vayan a dedicar un céntimo a este negocio deberían asesorarse bien antes de lamentarlo.

Y segundo, más importante incluso: que lo de Inexo, las reformas del estadio, la ciudad deportiva, los posibles cinco inversores, las primas por la gestión, Garrigues y la banca que pague la fiesta, al margen de cualquier otro detalle, lanza a la opinión pública un mensaje de fondo en el que el Real Valladolid es un medio y no un fin en sí mismo. Un vehículo para otros propósitos en el que, por si fuera poco, podrían impactar decisivamente decisiones políticas tan previsibles en estos tiempos como una partida de bingo. De modo que su solvencia deportiva, su cantera, su arraigo e integración en la sociedad, sus objetivos para convertirse en un club que aspire a permanecer siempre en primera, a no quedar relegado al puesto de un Sporting o un Real Zaragoza, no parece que sea lo que fundamentalmente mueve a los futuros socios, sino una serie de proyectos urbanísticos, recreaciones arquitectónicas a mano alzada en bonitos power point. Es decir, que rulen las hormigoneras, los andamios y las grúas.

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Pues una de dos, o detrás hay otra cosa, otra gente, un tapado, alguien que ponga al equipo, el amor a los colores y los resultados deportivos por delante de todo (pues no sé en qué puede beneficiar a tal cosa un ejército de encofradores), o pronostico un turbulento porvenir de desvelos, decepciones y cuentos de la lechera para aficionados, ciudad y propietarios.

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