
Hablar de la covid sin leer a Aristóteles
Carta del director ·
«La dimisión de la directora de Salud Pública debería servir para que los responsables políticos comprendan la necesidad de acercarse permanentemente a la perspectiva del ciudadano»Secciones
Servicios
Destacamos
Carta del director ·
«La dimisión de la directora de Salud Pública debería servir para que los responsables políticos comprendan la necesidad de acercarse permanentemente a la perspectiva del ciudadano»Aristóteles explicaba hace 2.400 años que, en cualquier ejercicio retórico de persuasión, operaban tres vectores, técnicas, principios, habilidades, facetas… Como se quieran llamar. Son ... el ethos, el logos y el pathos. El primero tiene que ver con la persona que habla o comunica, con su autoridad y credibilidad. El segundo engloba todo lo relacionado con la razón lógica y la solvencia de eso que se comunica o dice, con la verdad y el argumento. El tercero impacta en lo emocional, en la conexión humana con el receptor. Es el sentimiento. El corazón.
Todo lo anterior, esbozado muy genéricamente, sirve para explicar lo que sucedió esta semana en un programa de Radio Televisión Castilla y León, 'Cuestión de prioridades', cuando la directora de Salud Pública de la Junta de Castilla y León, Sonia Tamames, dijo lo siguiente: «Probablemente, esto haya gente que se revuelva en el sofá cuando lo escuché. La pandemia por covid-19 no fue una pandemia de gran gravedad. Afectó en unas etapas muy tempranas a la población joven pero rápidamente el virus evolucionó para convertirse en grave solo en los extremos de la vida y, fundamentalmente en las personas mayores». El presidente, Alfonso Fernández Mañueco, pidió disculpas y ella dimitió. Como se escuchó en la redacción de El Norte de Castilla el jueves por la tarde, «a partir de ahora va a costar que dejen que se entreviste a un alto cargo del gobierno autonómico de consejero hacia abajo».
Aplicando la teoría aristotélica, el ethos y el logos podrían ser considerados correctos en este caso. Sin duda, Tamames tenía autoridad para hablar de lo que hablaba, la pandemia de Covid, de la que ahora se cumplen cinco años desde su inicio. Y seguramente todo lo que dijo, estrictamente, era cierto en sus términos absolutos y científicos. Incluso puede que, apurando mucho, también en los comparativos cuando, atendiendo al tipo de población afectada por la Covid, comparó los efectos sociales de la pandemia del virus Sars Cov 2 y los de la gripe A del año 1918. La primera arrasó con personas mayores, la segunda, además y muy particularmente, con población joven y adulta.
Pero falló en el pathos. Estrepitosamente. Porque comparó mundos radicalmente diferentes, los de 1918 y 2020, con características sociales, sobre todo en lo relacionado con el bienestar y la calidad y el valor de la vida, radicalmente diferentes. Más aún, comparó tragedias que sufrieron nuestros tatarabuelos con tragedias que vimos todos nosotros con nuestros propios ojos. No puedes hablarle a la gente igual de lo que le afecta que de lo que no, de lo que tiene cerca que de lo que observa desde la lejanía espacial o temporal, eso es de primero de portavoz. Además se atrevió a graduar la última pandemia negando que fuese de «gran gravedad», término valorativo que seguramente tenga un respaldo técnico, pero que dicho en un programa de televisión está cargado de subjetividad. ¿Qué es grande y qué es grave entonces, si no lo es una pandemia planetaria que duró varios años y se llevó la vida de más de 15 millones de personas? ¿Solo son graves las muertes, no la propia enfermedad, la pérdida de seres queridos solos y apestados, las secuelas crónicas, el propio encierro, la incomunicación, las pésimas consecuencias psicológicas de todo tipo, sobre todo para ancianos, niños y adolescentes?
Es decir, empatía cero, sensibilidad menos infinito: un desastre absoluto y, por tanto, una dimisión fulminante. Debería servir para que los responsables políticos comprendan la necesidad de acercarse permanentemente a la perspectiva del ciudadano. No cabe duda de que, si tal cosa sucediese, Tamames no hubiese cometido el error grave de expresarse como lo hizo, consciente además de que sus palabras revolverían a la gente en sus sofás. Lo hubiese hecho de modo muy diferente si hubiese sido directora de Salud Pública en la primera ola. O en la segunda, cuando los hospitales y las morgues no daban abasto.
Nosotros estas semanas estamos preparando un trabajo periodístico relacionado con el quinto aniversario del confinamiento, decretado el 14 de marzo de 2020. Lo entregaremos en esa fecha a nuestros lectores, en papel y en versión digital. Recordando lo que fue aquello, quizás nuestro principal acierto fue tratar de acercarnos lo máximo a los enfermos, a los médicos, a la vida y muerte de los mayores, de los más débiles… Para conocer su realidad y ponerles nombre, apellidos, cara, ojos y voz. Justo lo contrario de lo que transmitió la exdirectora de Salud Pública.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.