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Se diría que el PP de Castilla y León es a unas elecciones lo que el tenis español a una final de Roland Garros: lo más fácil es que acabe ganando con insolente suficiencia. Incluso cuando pierde, como sucedió en 2019. En España, solo los ... riojanos han dado esta vez un porcentaje tan alto al PP como el que ha recibido el partido de Mañueco en nuestra comunidad: un 44% de los sufragios. Ni madrileños ni valencianos y gallegos ni murcianos han alcanzado esa porción de apoyos, que en Ávila y Salamanca han rozado el 50%.
La lectura inmediata que cabe hacer es en qué medida lo logrado en las urnas europeas tiene efectos o consecuencias en la política más doméstica, toda vez que la comunidad se adentra poco a poco en la recta final de la legislatura, superado su ecuador y con unos presupuestos vigentes.
El presidente escuchará voces que le aconsejen prudencia, ingrediente del que el propio dirigente anda bien nutrido, y paciencia. Primero porque el PSOE no representa ninguna amenaza a su liderazgo, cosa que volvió a quedar patente este domingo. Luis Tudanca, Puente, Ana Redondo, Ana Sánchez y cuantos pilotan esas siglas en la comunidad deberían tomar buena nota de lo que lleva sucediendo desde hace cinco años. Y segundo porque la actualidad política cambia con tanta velocidad y sorpresa que es muy difícil adivinar con cierta previsibilidad el comportamiento del ciudadano ante un adelanto electoral.
Pero también escuchará a quien le diga lo contrario: que la victoria, como puede leerse en la pista central de Roland Garros, es del más tenaz, que el éxito pertenece a los audaces y que, sobre todo, no parece probable que tenga en mejor situación ni a los socialistas ni a sus socios de gobierno, un Vox que no atraviesa precisamente su mejor momento, para llamar a los castellanos y leoneses a votar y tratar de obtener una mayoría absoluta que todavía no ha conseguido; o cuando menos un reparto de procuradores mucho más holgado a su favor.
Seguramente lo que viviremos los próximos meses será un progresivo distanciamiento de populares y súperderechistas, en un clima de expectación porque el ciclo político ha cambiado netamente y el mapa rojo de hace cinco años se ha tornado azul casi por completo. Y también en un clima de tensiones. El Gobierno de Pedro Sánchez debe afrontar dos incómodos episodios judiciales, con su esposa y con quien fuera su número dos, el exministro José Luis Ábalos, en el centro de la polémica. Pero sobre todo debe gestionar los resultados electorales de Cataluña, la puesta en práctica de la Ley de Amnistía y un arco parlamentario que permanece paralizado porque no existe una mayoría clara que saque adelante iniciativas legislativas. Más aún tras el nuevo fiasco de Unidas Podemos y Sumar, esta vez en el Parlamento Europeo.
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