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Pello Otxandiano, candidato de Bildu a presidir el Gobierno Vasco en las elecciones de este domingo, se preguntaba el pasado lunes en el programa Hora 25 de la cadena Ser qué era terrorismo hoy en día. «¿Qué es terrorismo hoy en día? ¿Lo que está ... haciendo Israel contra Palestina es terrorismo? Podemos discutir sobre las consideraciones en torno al terrorismo: qué es terrorismo, qué no es terrorismo. Pero mucho más allá me parece que la cuestión principal es diagnosticar en términos políticos cómo se superan los conflictos políticos…» Luego, Otxandiano puso en valor que personas de Bildu pagaron con seis años y medio de cárcel su «empeño por desactivar la violencia de ETA». Se refería a Otegi, que entre unos y otros lo colocan, propios y ajenos, más allá de su papado abertzale, muy cerca de la beatificación. A no tardar.
Terminó Otxandiano de responder a Aimar Bretos, el periodista y conductor del programa (que segundos antes le había cuestionado por su negativa a calificar a ETA como banda terrorista), con algo así como el comodín del público, con la frase para todo, con el tres en uno de todo argumentario partidista improvisado y difundido por mensajería instantánea, con la madre de todas las frases vacías, con esa sosa caústica declarativa que, lejos de despejar ideas, las tapona convertida en roca, con el mixto de jamón y queso del liderazgo político… O sea, con la mejor prueba de que en este país nos toman por tontos todo el rato, sin descanso, redundante, merecidamente, mientras deambulamos de tertulia en tertulia, de pretexto en pretexto, buscando acomodo y masaje para nuestros propios prejuicios: «Estamos en otro ciclo político donde estos debates hay que superarlos», dijo el bueno de Pello. Que oye, nunca he entendido en qué medida reconocer que ETA fue un grupo terrorista, mató a cientos personas, causó miles de víctimas y que por ello debería pedir perdón representa un hecho o gesto que impida por sí mismo superar ningún debate. Cada vez que un político, un obediente negociador de pactos, un candidato de cualquier lista o un fugado de la justicia se expresa en estos términos, algo que sucede con creciente frecuencia, hay que armarse de paciencia, pedir tiempo muerto y mostrarse inflexible con la semántica, por supuesto, pero también con la explicación fría de lo que sucede realmente.
Vayamos con la semántica. El diccionario de la Real Academia dice que terrorismo es: «1. Dominación por el terror. 2. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. 3. Actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos». Los británicos, que son más prácticos y directos, que no se andan con rodeos, definen terrorismo de una manera mucho más simple: «El uso de la violencia con propósitos políticos, por ejemplo poniendo bombas en lugares públicos», dice el Cambridge dictionary.
Desde el punto de vista legal, más allá de nuestro marco jurídico, podemos recurrir al europeo, a la directiva de 2017 que define lo que es terrorismo: «Los atentados contra la vida de una persona que puedan tener resultado de muerte, los atentados contra la integridad física de una persona y el secuestro o la toma de rehenes. Las destrucciones masivas de instalaciones estatales o públicas, sistemas de transporte, infraestructuras, sistemas informáticos incluidos, plataformas fijas emplazadas en la plataforma continental, lugares públicos o propiedades privadas, que puedan poner en peligro vidas humanas o producir un gran perjuicio económico. El apoderamiento ilícito de aeronaves y de buques o de otros medios de transporte colectivo o de mercancías, así como la fabricación, tenencia, adquisición, transporte, suministro o utilización de explosivos o armas de fuego, armas químicas, biológicas, radiológicas o nucleares inclusive, así como la investigación y el desarrollo de armas químicas, biológicas, radiológicas o nucleares. La liberación de sustancias peligrosas, o la provocación de incendios, inundaciones o explosiones cuyo efecto sea poner en peligro vidas humanas y la perturbación o interrupción del suministro de agua, electricidad u otro recurso natural básico cuyo efecto sea poner en peligro vidas humanas». ETA fue una banda terrorista y durante décadas sembró España, especialmente el País Vasco y Navarra, de dolor, sangre, muerte y destrucción social.
Y ahora la explicación fría de lo que sucede. Sucede que Bildu es filoetarra y para una parte de su electorado debe seguir siéndolo. Y por eso de vez en cuando necesita que se recuerde. Por ejemplo, con piruetas como la descrita en el episodio de la entrevista en la SER. Bildu jamás va a renunciar a su pasado ni a sus postulados, cosa que sí ha hecho el PSOE. Porque a Bildu eso, su herencia, no le resta un solo voto. Muy al contrario, si acaso le ayuda a rebañarlo del PSE o del PNV, por cuando estas formaciones aparecen a cada poco como monumentos a la incoherencia. Sobre todo la socialista. Y sobre todo fuera del País Vasco. Muy especialmente cuando líderes de otros territorios, como nuestro exalcalde, Óscar Puente, no tienen reparo en referirse a Bildu como un partido progresista y democrático. Claro, de los que más. A lo que, desde la perspectiva de Castilla y León y demás comunidades con instituciones gobernadas por la ultraderecha, cabe añadir otra valoración más: no es creíble ni solvente ni aseado considerar a Vox un pozo negro de maldad, facherío, lo peor de lo peor, mientras hipócritamente se pacta con Otegi o se entrega la Alcaldía de Pamplona a Bildu, eso sí, después de que se celebren las elecciones generales, no antes.
Así que, contra la idea que inspiró el titular principal de portada de El País del pasado miércoles, 'Bildu tropieza en la campaña por su resistencia a censurar a ETA', lo cierto es que el costalazo es de PNV y PSE. Veremos a ver con qué consecuencias. Seguramente, en Bildu están encantados con el cuchareo sobre la polémica que se ha desatado en el último tramo de la campaña electoral. Deberían recordar unos y otros, en particular Pedro Sánchez, al margen de ciclos, etapas superadas o no, definiciones sustantivas y formales, demagogias terminológicas o propagandas desolladas de la más mínima sensatez, eso que la primera ministra israelí Golda Mier dijo durante su mandato y ahora recuerda un fabuloso biopic, recién estrenado en Amazon y que protagoniza la genial Helen Mirren: «Toda carrera política termina en fracaso».
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