Andalucía, incendio en Zamora y la humildad
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«¿Qué une el incendio en la Sierra de la Culebra y las elecciones que ha ganado Moreno Bonilla? La actitud de nuestros líderes políticos»Desde que la leí por primera vez, no sé cuánto hace pero mucho, siempre he tenido a mano una breve y certera meditación de Marco Aurelio respecto de la vida y la muerte. La uso para pellizcarme y darme un coscorrón cuando me vengo arriba ... o peco de soberbia y autocomplacencia. O cuando pienso que algo no tiene solución... El sabio emperador romano decía: «Aunque debieras vivir tres mil años y otras tantas veces diez mil, no obstante recuerda que nadie pierde otra vida que la que vive, ni vive otra que la que pierde. En consecuencia, lo más largo y lo más corto confluyen en un mismo punto. El presente, en efecto, es igual para todos, lo que se pierde es también igual, y lo que se separa es, evidentemente, un simple instante. Luego ni el pasado ni el futuro se podrían perder, porque lo que no se tiene, ¿cómo nos lo podría arrebatar alguien?
Ten siempre presente, por tanto, esas dos cosas: una, que todo, desde siempre, se presenta de forma igual y describe los mismos círculos, y nada importa que se contemple lo mismo durante cien años, doscientos o un tiempo indefinido; la otra, que el que ha vivido más tiempo y el que morirá más prematuramente, sufren idéntica pérdida. Porque sólo se nos puede privar del presente, puesto que éste sólo posees, y lo que uno no posee, no lo puede perder». A lo que añado de mi cosecha que, en realidad, somos tan mínimos, en cualquier aspecto de nuestra pobre existencia humana, como ridícula es la nanofracción temporal que chispea entre dos eternidades: aquella que hubo antes de nosotros y la que nos sucede después de morir. Esta semana he vuelto a rescatar ese pensamiento. Por el pavoroso incendio de Zamora y por los estruendosos resultados de las elecciones en Andalucía. O más bien por la gestión que han hecho nuestros dirigentes de sus consecuencias. ¿Y qué une un suceso y otro? La actitud. En lugar de asumir errores, lo mismo da electorales entre los perdedores en las urnas que de planificación contra incendios en la administración autonómica, nuestros líderes políticos no se han salido del guion.
La culpa de cualquier desgracia, electoral o forestal, es siempre de los demás. Pero nosotros lo vamos a solucionar. En el caso de Zamora, con ayudas millonarias, con créditos fáciles, con dos millones de euros del Estado, con iniciativas parlamentarias, con un tuit, con visitas a la zona de la catástrofe, con caras de máxima preocupación, con explicaciones como que daba igual lo que hiciéramos, que el fuego lo iba a devastar todo… Un vecino le respondía a Pedro Sánchez cuando se acercó esta semana a La Culebra y le dijo con una palmadita que se arreglaría: «¿Arreglarlo? ¿Tú arreglar?»Un cargo político, como sucede en cualquier organización con directivos y mandos de todo tipo, debería ejercitarse regularmente en la sana práctica de la humildad. El PSOE ha cantado por soleares en Andalucía y eso no es culpa de nadie más que del PSOE. Del actual, del sanchista, del que se atrinchera en el manual de resistencia. Se ponga Adriana Lastra como se ponga.
Y la Junta es la principal responsable de que, por segundo año consecutivo, hayamos vivido en Castilla y León un desastre ecológico histórico. ¿Cuántas hectáreas quemadas y daños sociales, económicos y ecológicos irreversibles necesitamos para reconocer que algo no se está haciendo bien? ¿80.000? ¿100.000? Un escritor holandés, Rutger Bregman, logra explicar en el primer capítulo de su libro 'Dignos de ser humanos', en el que defiende que las personas somos buenas por naturaleza, un nuevo pasaje para resituarnos en nuestra insignificancia. Lo guardo para releerlo cada mes un par de veces al menos. «Supongamos que la historia de la vida en la Tierra abarcara solamente un año de calendario, en vez de cuatro mil millones. En ese caso, las bacterias habrían tenido el planeta entero para ellas solas hasta mediados de octubre, y hasta noviembre no habría aparecido la vida tal y como la conocemos, con patas y huesos, ramas y hojas. ¿Y el ser humano? Nosotros no entramos en escena hasta el 31 de diciembre, en torno a las once de la noche. Durante la práctica totalidad de nuestra primera hora de existencia nos dedicamos a la caza y la recolección en pequeños grupos de nómadas. En el último momento, a las 23:58, inventamos la agricultura, y durante los sesenta segundos previos a las campanadas de fin de año tuvo lugar todo lo que llamamos 'historia', con pirámides y castillos, caballeros medievales y princesas, máquinas de vapor y aviones». Lo que nos está cundiendo ese jodido minuto.
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