Amor soterrado
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«A pesar de todas las dificultades hay que creer que el amor todo lo puede y que algún día Valladolid podrá entregarse a la integración como merece»Hay ciertas lecturas que caen en nuestras manos en el momento preciso, en el instante adecuado. Un fragmento compuesto al hilo de una realidad ajena que irremediablemente nos atrapa, nos identifica y nos acaba sacudiendo. Es un instante, pero es el tiempo suficiente para no ... dejar pasar la oportunidad de exprimir ese escrito, tejido con mayor o menor acierto narrativo, pero con la carga emocional suficiente como para dedicarle plena atención. El texto en cuestión solo es apto para románticos obstinados y se titula así: «Hay personas que nacieron para amarse, pero no para estar juntas».
Puede que esa afirmación evoque en el lector un extraño sentimiento de nostalgia o incluso de vacío, pero el sentido de estas líneas que han brotado al hilo del amor imposible, obedecen más a la historia de la que hemos sido testigos los vecinos de Valladolid. El amor imposible entre la ciudad y el soterramiento de las vías del tren, ahora transformado en integración. Un amor soterrado o integrado que no termina de consolidarse a pesar del deseo mutuo.
La historia comenzó a escribirse hace 18 años. Podríamos hablar ya de un amor maduro. Fue en 2002 cuando se rubricó en el Ayuntamiento de Valladolid el guión de un convenio que casi dos décadas después volvía a reescribirse. Como si de un juego de cifras se tratase, ha sido el año 2020 el año del parón. Sin entrar a valorar qué opción es la idónea para la ciudad, la integración soñada no termina de hacerse realidad. Dos meses de parón inexplicable del túnel que discurre entre Andrómeda y la Plaza Rafael El Cano. Los vecinos de Belén y La Pilarica claman por un acercamiento digno de Valladolid y la integración de las vías y así poner fin a un aislamiento forzoso desde que en 2015 se clausurase el último paso a nivel. Quizá la nueva presidenta de Adif debería venir a Valladolid y explicar a pie de vía el porqué de esta situación.
No es el único escollo por salvar en este episodio tan platónico como real. En el caso de la variante Este, tampoco se aprecia luz al final del túnel. La obra no está exenta de dificultades y eso que, junto a otros proyectos como es el traslado de los talleres de Renfe, podrían permitir a Valladolid transformarse en una plataforma logística de referencia.
A pesar de todas las dificultades hay que creer que el amor todo lo puede y que algún día Valladolid podrá entregarse a la integración como merece, porque como escribía Pablo Neruda en su soneto de amor imposible: «No estés lejos de mí un solo día, porque cómo, porque, no sé decírtelo, es largo el día, y te estaré esperando como en las estaciones cuando en alguna parte se durmieron los trenes».
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