Secciones
Servicios
Destacamos
Pájaro en mano. Esa es quizá la lectura más obvia, la más grosera, del inesperado cambio de rumbo de Josep Borrell. Renunciar de momento a lo posible en Europa para optar decididamente por lo probable en España. Una doble confianza -la de que pronto ... tendremos Gobierno en este país y la de que él será de nuevo su ministro de Asuntos Exteriores- que tiene más que ver con lo que se piensa en el núcleo duro de Pedro Sánchez que con lo que se percibe en la sociedad y en el resto de los partidos españoles, pendientes una vez más de una investidura en la que no terminan de salir las cuentas.
Pájaro en mano que pone en evidencia que el verdadero tablero de juego del poder sigue estando en el ámbito del palacio de la Moncloa. Y no en las instituciones europeas. Por mucho que el propio Borrell se haya pasado la campaña tratando de convencernos de lo contrario. De lo necesario que iba a ser que una voz como la suya, catalana y constitucionalista, sonara con fuerza en Europa para contrarrestar el deplorable espectáculo propagandístico de los separatistas que tendremos que sufrir en el Parlamento europeo en los próximos años. Florituras verbales.
Demasiado poco ha mantenido Borrell el paripé de su candidatura europea. Sin duda, se siente mucho más cómodo en el puesto de ministro de Exteriores de España. Y no le faltan razones. Las gracias que llevaron a algunos de sus antecesores en el cargo, como Fernando Morán o Miguel Ángel Moratinos, a convertirse en estrellas del humor, a él parece que se le ríen de otra manera. Así ha sido y así piensa que seguirá siendo, al menos mientras tenga cerca de él, en la mesa del Consejo de Ministros, a Carmen Calvo, que ya se ocupa de representar, con el rango que le corresponde, el nivel mínimo de tontería que se le exige a todo Gobierno. Ella ya incorporó en su día a la cartera de Cultura el departamento de memeces. Y a fe que este ha de ser uno de sus grandes valores para que vuelva a repetir como vicepresidenta.
Se mire como se mire, un nuevo feo para Europa. En un momento vital para la Unión. No solo por la necesidad de salir adelante frente a las debilidades internas, sino también por el papelón que nos toca jugar a los socios del viejo continente en un mundo donde otro humorista, este con mucha menos gracia, parece empeñado en que el planeta se convierta en un lugar menos habitable. Ahí, en el G-20, donde esconde la cabeza el avestruz que aspira a repetir como presidente de España, el gallo Trump ya no sabe a qué guerra dedicarle más esfuerzos, si a la guerra comercial con China, a la nueva guerra fría con Irán, a la guerra migratoria con México o a la guerra ecológica con el mundo entero. Hasta el extremo de que los japoneses ya se han comprometido a rebajar los compromisos medioambientales del planeta, con tal de que el demonio americano se tranquilice. Qué horror.
En medio de este maremágnum, Borrell prefiere, una vez más, ser cabeza de ratón. Así son las cosas del poder. «Imagino que es bueno mandar -dijo Cervantes por boca de Don Quijote-, aunque sea a un hato de ganado».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.