![Amancio](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201909/14/media/cortadas/amancio-kjdF-U90129768429U9E-624x385@El%20Norte.jpg)
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Su voz recuerda el vuelo relampagueante de las golondrinas Sube y baja como si desde la nube se zambullera en el agua de un río. La golondrina porta una flor en el pico. Nació en un pueblo del Bierzo donde, para salir adelante, como los ... malabaristas, las familias tocaban muchos palillos: tierra, mina, ganado, comercio, artesanías. Y entre un trabajo y otro surgían las canciones. Penas y sudores mitigados con canciones populares. Desde las tonadilleras radiofónicas a los viejos romances. Esos zureos musicales escapaban volando por las ventanas para colarse en las casas vecinas. Recuerda a su madre cantando desde que era niño, derramando alegría a su alrededor. Luego, en la adolescencia, en Valladolid, llegaron las revelaciones, especialmente Paco Ibáñez y su 'Andaluces de Jaén'. Nos lo fue desgranando en el patio de la Casa de Antonio Machado, para desvelar sus manantiales poéticos, las fuentes primordiales del gozo y las emociones. Luego llegaron Machado, Lorca, Rosalía, Agustín García Calvo, el romancero, ríos que van a dar a la mar de las canciones. Y, por supuesto, San Juan de la Cruz. A estas compañías tan nobles se fueron sumando nuevos afluentes de tal manera que Amancio parece ahora la cuenca gigante de un río de versos hechos canción con los que punzar el velo del alma. Primero, la palabra; luego, la música.
Amancio también ha escrito poesía, pero sobre todo la ha catado y la ha cantado. Recuerdo la primera casa en la que viví en Segovia, iluminada por sus canciones. Lo curioso es que cuando bajaba a la calle, cuarenta años atrás, a veces me cruzaba con él y me daba un vuelco el corazón. Porque sus canciones resultan curativas. La noche de su intervención como poeta en la Casa Museo de Machado llegó al restaurante cuando Virginia Imaz, narradora oral vasca, daba cuenta de los últimos tacos de berenjenas rebozadas con miel. Amancio había estado con los viejos amigos de Segovia en la casa de Lola, 'la Titiritera', una casa adosada a la muralla y abrumada por recuerdos de Agustín, de Julio Michel, de Carmina Martín Gaite, de Isabel Escudero. Virginia parecía abatida porque el día había estado lleno de complicaciones y enredos de trenes y autobuses. Pero al verle, su cara de transfiguró. Al día siguiente, camino de la estación del Ave, me dijo que Amancio había sido para ella, en momentos de bajura, más efectivo que una cohorte de terapeutas. Pasé una época mala, envuelta en pesadumbres y entonces, por instinto, mientras desayunaba, me acercaba al tocadiscos, ponía a Amancio, sobre todo el Amancio de San Juan de la Cruz, y aquellos versos en aquella voz transformaban la niebla de mi caserío en un día de cielos azules y aires transparentes. Amancio. Bendito sea.
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