El 14 de abril de 2024 se cumplen 93 años de la proclamación de la Segunda República española. En aquella jornada histórica, nuestro país presenció la caída de la monarquía de Alfonso XIII y la consiguiente toma del poder de los nuevos gobernantes republicanos. Esta ... sucesión de acontecimientos se desarrolló en tan solo unas horas, en medio del mayor orden y respeto, lo que convirtió a España en un ejemplo de civismo reconocido por la opinión pública internacional del momento.
El cambio de régimen se produjo a razón de las elecciones municipales celebradas a nivel nacional dos días antes –el 12 de abril de 1931– que, si bien debían tener un carácter meramente administrativo, toda la sociedad era consciente de que lo que estaba en juego era mucho más importante que una simple renovación de los ayuntamientos. La propia prensa era partícipe de este pensamiento al plantear los comicios como un plebiscito nacional: «Monarquía o República».
El reinado de Alfonso XIII había sufrido un progresivo desprestigio, entre otros motivos, por su permisividad al golpe de estado que protagonizó el general Miguel Primo de Rivera en 1923, con el que dio comienzo la dictadura militar que durante siete años suspendió el parlamento y anuló, entre otros, el derecho al sufragio de los españoles. Por consiguiente, las elecciones se convirtieron en un juicio popular contra el rey. Sus correligionarios tuvieron que hacer frente a la coalición de republicanos y socialistas, unidos en su objetivo por derrocar a la Monarquía. Pese al auge que había vivido el republicanismo a lo largo de 1930 con motivo de la caída del dictador, ni los republicanos más optimistas esperaban no solo alcanzar los resultados que lograron, sino imaginar las consecuencias que estos tendrían.
El 13 de abril se supo que republicanos y socialistas habían triunfado en 44 de las 52 capitales de provincia, así como en la mayoría de núcleos urbanos, es decir, las circunscripciones en las que el sufragio se consideraba más puro al tener una menor influencia las redes caciquiles que tanto dominio ejercían sobre los procesos electorales en los municipios rurales. La magnitud de la derrota de la Corona fue tal que el propio rey, tras consultarlo con sus hombres confianza, decidió abandonar el país evitando obstaculizar el traspaso de poderes a los nuevos gobernantes republicanos.
Hasta que esto sucedió, las primeras horas del 14 de abril se vivieron con expectación y nerviosismo en todo el país. Los vecinos de las ciudades de Castilla y León se aglomeraban frente a las oficinas de los periódicos locales a la espera de noticias de Madrid. Pese a que algunos municipios de otras regiones fueron tomando la iniciativa de proclamar la República desde por la mañana, en nuestra comunidad autónoma los ciudadanos fueron más cautelosos. La confirmación de la instauración del nuevo régimen en la capital fue anunciada por El Norte de Castilla a las seis y media de la tarde. Esta misma información comenzó a ser emitida por los respectivos periódicos de cada provincia, lo que provocó que la incertidumbre de la mañana se convirtiera entonces en entusiasmo. Aquella tarde la euforia popular se extendió por las nueve capitales de provincia de Castilla y León, incluidas Burgos y Soria en cuyos ayuntamientos habían triunfado los monárquicos. También en municipios de importancia demográfica, como Béjar, Cuéllar o Ponferrada. En Ávila, la otra capital castellanoleonesa en la que vencieron las fuerzas dinásticas, la celebración fue más comedida reservándose los mayores festejos para el día siguiente.
Los colores rojo, amarillo y morado de la bandera republicana invadían las manifestaciones populares que recorrieron las calles de los municipios en la tarde del 14 de abril. Multitud de vecinos se asomaban a los balcones de sus viviendas para saludar a las eufóricas masas que discurrían por la calle Duque de la Victoria en Valladolid, Juan Bravo en Segovia o San Torcuato en Zamora. Estas marchas improvisadas estaban amenizadas por las bandas de música municipales que interpretaban la Marsellesa y el Himno de Riego, convertido en nuevo himno nacional. Las manifestaciones populares se organizaron de forma espontánea en cada ciudad, pero todas ellas tuvieron un recorrido muy similar: se iniciaban en torno a la Casa del Pueblo, donde se encontraban los dirigentes de las organizaciones republicanas y socialistas, y desde allí se dirigían hasta el ayuntamiento. Previamente, los comités de las formaciones republicano-socialistas habían solicitado permiso a los gobernadores civiles para llevar a cabo el traspaso de poderes. Desde los balcones de las casas consistoriales, ante el clamor de los vecinos que llenaban las plazas mayores, se procedió a la instauración del nuevo régimen tras oír unas breves palabras de las personalidades más destacadas de cada provincia. El intelectual Miguel de Unamuno fue el encargado de proclamar la República en Salamanca con un emotivo discurso. Todos los nuevos concejales adoptaron el mismo mensaje: eran momentos de celebración, pero también de respeto con los derrotados, y es que solo así se lograría consolidar la hazaña que se acababa de alcanzar. La ciudadanía respondió al discurso de sus ediles regresando a sus hogares aquella noche del 14 de abril, tras una jornada llena de emociones.
Este ambiente festivo de las masas republicanas en las grandes poblaciones contrastaba con el silencio de los monárquicos que acataron la derrota, y con el inexpresivo mundo rural castellanoleonés que, en términos generales, se limitó a aceptar el cambio de régimen. Al día siguiente, fiesta nacional decretada por el gobierno provisional de la República, se repitieron las escenas de celebración por parte de los triunfadores, así como la moderación de los vencidos, en una nueva jornada caracterizada por el orden tras la que el país comenzó a volver progresivamente a la normalidad.
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