Si la única alternativa al gobierno de Pedro Sánchez es que el PP obtenga la mayoría absoluta, entonces no hay alternativa. Si no hay alternativa, la democracia se resiente. Muchos analistas critican el gobierno Frankenstein pero a renglón seguido afirman que no hay otro remedio, ... porque no hay alternativa. Claro que, si se levantan cordones sanitarios sobre determinadas siglas con la ley del embudo, solo nos queda Sánchez y sus socios. Pero la democracia se resiente. Hace años en Cataluña, Artur Mas llegó a ir al notario para firmar solemnemente que si ganaba las elecciones no pactaría con el PP. La expulsión del centro derecha nacional de la política catalana no trajo buenas noticias para la democracia. Un ejemplo ilustrativo de sectarismo nacionalista.
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Los pactos de gobierno se deben hacer sobre programas y mientras una fuerza política sea legal puede entrar con toda legitimidad en el juego democrático. Si como consecuencia de la crisis del bipartidismo imperfecto de las últimas décadas y el veto a Vox no hay otra opción de gobierno que el bloque de la investidura de Sánchez, los gobiernos de coalición de izquierda con respaldos puntuales de los nacionalismos vasco y/o catalán, sumando mayorías más o menos precarias con plataformas populistas, se perpetuarán en el poder por décadas. Un poder que en realidad Sánchez no comparte sino que administra a su beneficio cuál presidente de un república virtual, rehenes sus socios del fantasma de la derecha que el sanchismo no cesa de agitar.
Pedro Sánchez ejerce de jefe de Estado tomando decisiones como romper la política de España en relación al Sáhara y su papel de potencia descolonizado, sin dar cuenta a nadie, o decretando estados de alarma que cierran temporalmente la sede de la soberanía popular. Con el nacionalismo vasco mantiene viva la zanahoria de la Seguridad Social o el derecho a decidir a una distancia prudencial. Con el independentismo catalán juega con la posibilidad de sentarse en una mesa de negociación bilateral para pactar una consulta-referéndum o cualquier otra fórmula similar.
Sus socios de gobierno por mucho que insistan en denominarse Unidas Podemos están cada vez menos unidos y con menor capacidad para presionar en la dirección de sus aspiraciones programáticas. Así que la no alternativa a Sánchez está acaudillando a Sánchez con un poder muy superior a lo que por sus 120 diputados le corresponderían. Mala noticia no para la izquierda o la derecha, sino para la democracia. Un país no puede engrasar la democracia si no existe un juego de alternancia en el poder o si las reglas de juego son diferentes para unos que para otros. Sin alternativa no hay paraíso.
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