Dice Bryce Echenique que su patria son los amigos. Para quienes pensamos como él, y sobre todo para aquellas personas cuyos vínculos más profundos están desligados de la consanguinidad, la figura del allegado es un milagro navideño a la altura de los Reyes Magos, Love ... Actually o los polvorones de limón. Sin embargo, y dado que la policía aún no cuenta con ningún test capaz de medir la cercanía entre dos personas con un par de soplidos, la aplicación de la medida radica esta vez en criterios subjetivos. Todos recordamos aquella milonga de los seis grados de separación, esa teoría según la cual todas las personas del mundo conocemos a un primo del mejor amigo de la madre del marido de la primera novia de Barack Obama. Allegados, en este mundo globalizado e hiperconectado, somos todos.

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Son allegados Rosalía y C. Tangana, aunque ahora él diga que ella molaba más cuando no la conocía nadie y ella haya dejado de seguirlo en redes. También son allegados el alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, y el empresario Rafael Alves: entre ambos levantaron una trama de corrupción por la que acaban de ser detenidos. Es una pena que el plan del gobierno no trascienda fronteras, porque podrían comerse el turrón juntos, en el calabozo, la mar de agusto. Incluso europeos e ingleses, por mucho que Johnson y Rhodes lo nieguen, somos allegados: la cepa británica del coronavirus ya se está extendiendo por el viejo continente. A los que han ganado el gordo seguro que les salen varios allegados durante las fiestas, aunque nadie en este país tiene tantos allegados como Raphael. Yo, por si acaso, prefiero pasar la Nochebuena en la intimidad, no vaya a ser que con tanto allegado la cosa se desmadre.

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