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Se va viendo la luz. Hoy ya nadie puede negar que hemos atravesado la peor parte de la tormenta, que algunos la han surcado sin chaleco salvavidas y que, encima, no había botes para todos. La travesía ha sido demasiado larga y, por momentos, hubo ... temor a la zozobra. Pero allí está. A lo lejos se abre una ventana a la esperanza, al alivio, después de tanta tensión.
Nos lo hemos ganado a pulso. Un respiro que devolverá la confianza en recuperar la normalidad de siempre. Ni la nueva ni la vieja, simplemente la misma con la que nos topamos al saludar a la vida. 18 largos meses de duras exigencias que condenaban la socialización. El corsé que se nos impuso para seguir viviendo, comienza a desatarse. Como en la época victoriana, cuanto más apretaba, más se respetaba. Y así se nos exigió.
Ya en tierra firme, el premio a la constancia llega en forma de relajación, todavía algo contenida. Es la propuesta en la que trabaja Sanidad y que se apoya en datos alentadores como la evolución de la incidencia semanal de coronavirus en Castilla y León, ahora en niveles previos al inicio de la quinta ola. Un tercio menos de contagios en el transcurso de una semana.
Ya en puerto, el marinero no ha de confiarse porque siempre se ha dicho que el mar es traicionero, que el otoño suele ser caliente, que las fiestas dejan huella y que el curso vaya bien.
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