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Las interpretaciones de 'El Quijote' son tantas como lectores ha tenido la novela. Y algo parecido ocurre con la crítica cervantina y los cervantistas. Durante ... más de cuatrocientos años se ha interpretado de muchas maneras, mediante muy diversas teorías estéticas, literarias, lingüísticas, semióticas, filológicas, sociohistóricas, filosóficas, antropológicas, psicoanalíticas, etc. Hermenéutica y modelos de interpretación no han faltado ni faltan. Cierta ironía histórica ha querido que al principio 'El Quijote' se entendiera como un mero entretenimiento cómico, sencillo, simple, banal, con éxito popular pero sin ser una obra seria, de Literatura mayor. Y que después haya llegado a considerarse una de las mayores, más geniales y divertidas obras serias de la historia de la Literatura, del gran Arte de la palabra. Obra maestra, también, de la ironía.
El británico, Anthony J. Close, fallecido en el año 2010, es uno de los cervantistas más ilustres de los últimos tiempos. Catedrático en la Universidad de Cambridge y autor de 'La concepción romántica del Quijote' (1978). Un texto de referencia obligada en los estudios cervantinos con el que contribuyó de manera decisiva a cambiar la visión idealista predominante desde principios del siglo XIX, creada por el Romanticismo alemán (Schelling, Herder, Heine, Hegel, etc.). Del enfoque heroico-romántico de Don Quijote fueron partícipes, con sus propias peculiaridades, Unamuno y Ortega y Gasset. El rector de la Universidad de Salamanca mediante la singular interpretación místico-religiosa del protagonista que realiza en su 'Vida de Don Quijote y Sancho según Miguel de Cervantes Saavedra. Explicada y comentada por Miguel de Unamuno' (1905). Y Ortega, con sus abstractas ideas sobre el «alma» o «carácter nacional» y la «psicología colectiva de los pueblos» que expone en 'Meditaciones del Quijote' (1914). Close recuperó una línea de interpretación más realista, más apegada al texto, a su «naturaleza risible», a las formas culturales de folklore carnavalesco popular, y a la intención declarada por Cervantes. Entendiendo la narración como una obra básicamente cómica, como una parodia burlesca de la épica y de los héroes.
La idealización simbólica y trascendente que de 'El Quijote' hicieron los románticos alemanes y sus continuadores excede ciertos límites necesarios para que la imaginación crítica y la fantasía interpretativa en el análisis de un texto literario no conviertan dicho análisis en una recreación de la obra analizada. Es decir, en una nueva obra de Literatura. Caso muy claro en Unamuno. Pero desde luego, la novela de Cervantes no es una de las mejores de la Historia por ser una mera parodia cómica. Ni por estar llena de ingeniosas burlas. Ni por ser un relato que entretiene y hace sonreír y reír de manera continua. Además de todo esto (y sin entrar en las interpretaciones más etéreas relativas a 'esencias', 'ideales románticos', 'lo eterno', 'lo religioso', 'lo místico', 'el heroísmo', 'la trascendencia', 'el alma', 'el alma de los pueblos y de las naciones', etc.), por sus contenidos cognitivos 'El Quijote' sin duda está en el nivel más alto y complejo de discurso humano. Por sus sabias, equilibradas, aristotélicas y muy matizadas reflexiones, que Cervantes llama «entretenidos razonamientos». Por la dignidad, empatía, respeto e intensidad emocional que muestra hacia sus personajes, sobre todo cuando fracasan. Por sus valores éticos, de raíz cristiana humanista y renacentista. Por la fluidez, ligereza, elegancia y belleza de la escritura, del lenguaje. Y por su genial sentido del humor irónico, posiblemente la terapia más eficaz para afrontar las inclemencias de la vida. Estas cinco sólidas columnas o componentes del cóctel literario cervantino llevan a un nivel de discurso que pocos autores alcanzan. Homero, Sófocles, Dante, Shakespeare –con sus hondos textos tragicómicos y deslumbrantes imágenes–, Montaigne, Goethe, Tolstói y algunos otros. Sólo ellos consiguen en el conocimiento de la naturaleza humana la amplitud y profundidad del discurso de Cervantes.
Nuestro autor escribió una obra literaria de entretenimiento, no cabe duda. Compuso un 'divertimento'. Como Mozart. Pero resulta que el divertimento también es una portentosa sinfonía. Repleta de temas, variaciones, melodías, contrastes, armonías, ritmos, tempos, tonalidades, cadencias, colores y belleza. En 'El canon occidental' (1995), Harold Bloom titula el capítulo sobre don Miguel: «Cervantes: el juego del mundo». Y eso es, juego y parte de su mejor música.
Qué bueno sería que los actuales políticos españoles releyesen el «Quijote», o lo leyesen. ¡Y que aprendieran algo!
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