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Don Quijote hace varias reflexiones sobre la mujer y el matrimonio. En el Capítulo XXII de la Segunda parte ('Quijote', edición de la RAE, 2015), y a propósito de la frustrada boda del rico Camacho con la bella Quiteria, dice el caballero andante:

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«–Si ... todos los que bien se quieren se hubiesen de casar –dijo don Quijote–, quitaríase la eleción y juridición a los padres de casar sus hijos con quien y cuando deben, y si a la voluntad de las hijas quedase escoger los maridos, tal habría que escogiese al criado de su padre, y tal al que vio pasar por la calle, a su parecer, bizarro y entonado, aunque fuese un desbaratado espadachín ['valentón irreflexivo'; nota al pie]: que el amor y la afición con facilidad ciegan los ojos del entendimiento (…) La de la propia mujer no es mercaduría que una vez comprada se vuelve o se trueca o cambia, porque es accidente inseparable, que dura lo que dura la vida».

Antes, en el Capítulo XIX, hablando también sobre la que terminó siendo boda de la bella Quiteria con el pastor pobre, Basilio (nada 'loco' pese a las apariencias, sino con mucha industria), Don Quijote dice esto:

«–La hermosura por sí sola atrae las voluntades de cuantos la miran y conocen, y como a señuelo gustoso se le abaten las águilas reales y los pájaros altaneros; pero si a la tal hermosura se le junta la necesidad y estrecheza, también la embisten los cuervos, los milanos y las otras aves de rapiña: y la que está a tantos encuentros firme bien merece llamarse corona de su marido (…) Opinión fue de no sé qué sabio que no había en todo el mundo sino una sola mujer buena, y daba por consejo que cada uno pensase y creyese que aquella sola buena era la suya, y así viviría contento (…) La buena mujer no alcanza la buena fama solamente con ser buena, sino con parecerlo ['el pensamiento, atribuido a César, lo hizo célebre Plutarco'; nota al pie], que mucho más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas y libertades públicas que las maldades secretas».

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Estas ideas de Don Quijote seguramente son consideradas hoy día culturalmente superadas por la mayoría de los lectores, tanto mujeres como hombres. O dicho en términos de principios del siglo XXI: son ideas machistas. Las palabras 'machismo' y 'machista' están definidas en el Diccionario de la Lengua Española, que es bueno repasar de vez en cuando. Pero antes de atribuir esa característica al propio escritor, debemos tener en cuenta dos matizaciones. La primera, que el 'machismo' que reflejan las palabras de Cervantes pertenece a la época, es el que había en la sociedad de los siglos XVI y XVII (que por desgracia ha durado hasta hace muy pocas décadas, sin terminar de desaparecer). En realidad, don Miguel fue muy liberal para su tiempo, y en muchas ocasiones defiende a las mujeres en sus textos. Teresa Panza, por ejemplo, es una mujer fuerte que se enfrenta a las necedades del «porro» de su marido. El 'machismo', por tanto, hay que entenderlo en sentido contextual, histórico, no como algo específico del autor. En segundo lugar, Cervantes manifiesta igualmente su pensamiento por boca del escudero. Y resulta que en este asunto de las bodas, Sancho Panza adopta una posición antagónica a la 'conservadora' de Don Quijote. Reconoce que: «El amor, según yo he oído decir, mira con unos antojos que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza, riqueza, y a las lagañas, perlas», pero también cree que nada ni nadie debe estorbar «que se casen los que bien se quieren».

En forma de matrimonio o de pareja para convivir, la evolución social después de cuatro siglos no ha dado la razón al ilustrado y reflexivo Don Quijote. En cuanto al intuitivo Sancho Panza, poco tardó en cambiar su inicial criterio romántico cuando vio, olió y se zampó buena parte de las abundantes ollas de «gansos y gallinas, liebres y conejos» que el rico Camacho había preparado para su desafortunada boda.

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