Rafa ha terminado el martes la relación más duradera que ha tenido. Cuarenta años de trabajo en la misma empresa. La chavalería de hoy y los modernos de pantalón ancho tildarían eso de inmovilidad, aburrimiento o cobardía. Él, que suele llamar a las cosas por ... su nombre, simplemente habla de suerte. Aunque lo cierto es que la fortuna tiene poco que decir en este asunto. Rafa no tiene enemigos. Cuando uno es buena persona y no participa de celos, ambiciones inmundas, envidias o desprecios selectivos, no tiene que mirar constantemente hacia atrás por si algún capullo le quiere dar una puñalada en la espalda. Y así se duerme de fábula, como un bebé. Díganselo a un compañero suyo con el que compartía habitación en un viaje que hicieron a Roma y, a mitad de noche, tuvo que bajar a la recepción del hotel a pedir otro cuarto lo más lejano porque los ronquidos hacían temblar las alcayatas de las paredes. Como dice mi madre, «lo que es, es». Y si no tienes cuentas pendientes, descansas de maravilla.
Publicidad
Rafa ha dejado en su último día muchos abrazos, algunos lloros y cinco tortillas de patatas como cinco Maestranzas. Hace ya tiempo que dejó más cosas en aquellos pasillos, desde pelo hasta lecciones. Y muchas las destilaba con naturalidad e ironía, que es como se dicen las verdades para que se aprendan y no para hacer daño. Por ejemplo, cuando aparecía algún fenómeno de esos que llegan a un sitio y pretenden enseñar al personal que lo suyo es la panacea y lo del resto un espumarajo obsoleto, Rafa levantaba la mirada, chasqueaba la lengua, y contestaba con un «sabe más un tonto en su oficio que un listo en el ajeno». Sin rudeza y sin palabras gruesas. Un mandoble ligero y el campeón de la novedad comenzaba a recular. Algo similar ocurría con los que llevaban mal eso de que no les llevasen el jornal a casa sin hacer nada, que todos los días aparecían con mala cara y quejándose. Al tercer resoplido contestaba a tanto disgusto con un «deja de gruñir, que pareces un marrano mal almorzao». El tóxico desaparecía enfadado y el resto tomaba el café más tranquilo. Hay quien llama a un coach para arreglar las tiranteces. Durante cuarenta años, Rafa lo ha hecho sin cobrar un duro y con una técnica tradicional y justa llamada «poner a cada uno en su sitio». Infalible.
Rafa abandona la que ha sido su segunda casa durante varias décadas y lo hace entre apretones de manos y recuerdos imborrables. Una jefa le menciona una ocasión en la que tuvo que dar un discurso serio y firme. Al acabar, preguntó a sus personas de confianza qué les había parecido. Casi todos alabaron el tono y el mensaje. Hasta que llegó a él, que contestó diciendo que «en tiempos de melones, cortos los sermones». La carcajada subsiguiente relajó el ambiente y todos coincidieron en que, quizá, había sido algo largo. Fariseos... Otra a la que aluden los que allí se juntaron para despedirle fue la de una famosa formación de esas de nuevo cuño con nombre inglés y mucha parafernalia. La señora que impartía el curso, muy versada, compartía con la audiencia sus logros cada tres frases. Tanto fue así que estuvo media hora narrando su currículo a colación de una publicación académica. En un descanso, el responsable de la actividad pulsó la opinión de la audiencia sobre la ponente. «Presume más que una mierda en un solar», dijo Rafa, y como no se podía decir más en ocho palabras, no siguió la pulsación.
Cabe destacar que Rafa era humilde y jamás se metía en problemas, aprendía, ayudaba y ponía de su parte para tirar del carro y no ser de los que van subidos en él. Si encima soltaba alguna delicadeza de estas de vez en cuando, y siempre teniendo más razón que un santo, cómo no le iban a querer. Y así se fue Rafa. Cerró la puerta a una rutina de cuatrocientos y pico meses. Se largó con una mano metida en el bolsillo y la otra enjugándose dos lágrimas traicioneras. El resto, que se quedaba, sufrió en silencio hasta que uno rememoró una de sus sentencias favoritas: «quien de lejos lo parece, de cerca la mitad no se la quita ni Dios». Si mientras se alejaba parecía un tipo descomunal, de cerca lo debe haber sido.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.