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Llevamos una racha preocupante de jaleos, follones y agresiones de diversa índole en nuestro ámbito cercano. Sobra señalar que bofetones, peleas y sangre ha habido siempre y la asociación de estos sucesos con la noche, el alcohol y vaya usted a saber qué pastillitas de ... colores —si hay lugar a ello— producen un resultado nefasto para cualquier sociedad civilizada. Pero que ahora los alegres muchachos lo graben y las imágenes corran por los teléfonos de media ciudad raya en lo obsceno, lo hiriente y en un placer asqueroso por ver cómo una persona recibe una embestida cobarde y desequilibrada de un indigente mental y su corte de palanganeros.
Si piensan que empiezo insultando es que no me conocen, aún no he afilado el teclado. Peleles, quinquis, palurdos, imbéciles y, sobre todo, valientes. Valientes de marca blanca, porque en el susodicho vídeo se observa cómo el mamporrero del agresor principal le sujeta a la víctima y el otro lo remata. Pero eso no es lo peor. Lo que les convierte en un entorno asqueroso, criado en la mugre moral y ética, son las risitas de los testigos cuando el herido cae inconsciente al suelo, valorando el golpe y la trayectoria y marchándose a casa sin el menor remordimiento, acompañados de un charla seguramente vacía y sucia, como sus conciencias.
Parece ser que los campeones de la lucha en equipo tienen más de veinte años de vida, supongo que plenos de miseria mental. Esto no importa más que para constatar que son mayores de edad y que existe una prueba de su proeza. Y que el que se piensa que es Mbappe tirando un penalti, si hay suerte, se va a pasar una temporadita entre rejas junto a individuos de peor jaez, de los que no tienen a mamá y papá en casa cuando llegas para preguntarte si te ha pasado algo en la reyerta que has vivido, o justificarte exponiendo que si has hecho eso por algo será. Te vas a juntar con angelitos de los que dan miedo de verdad, de los que valoran la vida ajena en menos que tú la copita previa en la discoteca. No te deseo suerte porque no la mereces, aunque te aseguro que vas a necesitar de eso y de más cosas para superar el trance.
No me quiero ceñir al último altercado, Ya saben que durante las fiestas hubo otro grupo (siempre juntitos, no sea que los cojan solos y les den una muestra de su propio jarabe) de almas sin redención que decidieron que el mayor divertimento posible (con la cantidad de conciertos, saraos y actividades de disfrute disponibles) era sacudir a una chica por la calle. Por lo visto, alguien de la banda macarruda, supuestamente, sabía que era lesbiana y tocaba tirar del hilo para provocar. Y claro, aprietan hasta que te das la vuelta o respondes o tratas de reaccionar, y ahí, en la bronca, disfrutan como un cerdo en un lodazal. Cerdos es evidente que son, y entiendo que lo del barro será lo que viven en familia. Se piensan que están por encima de cualquier autoridad, en casa les ríen las gracias y toda la vida les llevan diciendo que son muy guapos y muy listos y ya ven a lo que dedican los ratos libres. Podría ser el colmo que usen, a estas alturas, las opciones sexuales de cada cual, mas no se engañen. Son los mismos que se zurran por ser de tal o cual equipo, por tener unas ideas u otras, por haber nacido en una ciudad concreta o por pitarse circulando con el coche por cualquier avenida. Lo único importante es tener una excusa para la tunda pero, eso sí, en compañía. Ya les he comentado que son muy valientes (sin género, que hay para todos).
Los de alrededor miran y otros se calientan el morro. No se meten a separar por si les toca algo en el reparto. Y ahora, sorpresa, todo el mundo se echa las manos a la cabeza porque pasan cosas. A quien le corresponda que coja el guante, empezando por la autoridad competente. ¿Siempre ha habido gresca? Sí. Pero antes nos lo contaban. «En tal sitio ha pasado esto». Ahora hay imágenes en Ultra HD de gente que utiliza su teléfono de última generación para grabar el asunto y moverlo entre su comunidad mucho antes que para su función más importante: llamar a la policía. Y si optas por lo primero en vez de por lo segundo es que eres tan valiente como los otros.
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