

Secciones
Servicios
Destacamos
Es una pena que esto termine. Que no haya más paseos buscando refugio del sol bajo los soportales de Fuente Dorada. Que no dispongamos de ... más ratos de cola interminable en el Desierto Rojo para gastar con tanto beso. Que ya no busquemos la farola estropeada junto a Poniente para perder la cabeza y los pantalones.
Tú, tan de tinto con limón y yo, mucho más de clara con gas. Debería haberlo visto en aquel momento, pero me nublaron tus ojos y ese entusiasmo por comerte el mundo. Para mí un huevito en Casa Tino hubiera sido suficiente, pero me dejé arrastrar por tu ambición y mira, empacho. Hay que ver cómo es el amor, que diría Abraira. Un asesino silencioso enganchado a los caprichos del destino como si fuera una adicción.
Cuando nos conocimos, en una cita a ciegas infame pergeñada por dos amigos comunes, sonaba La Casa Azul. Tú no parabas de tararear la letra, y eso que yo trataba de embaucarte con una anécdota apasionante sobre la historia del Puente Mayor. Y zas. Te levantaste, me cogiste la mano y empezaste a bailar obligándome a seguirte. A mí, que perdí el ritmo mucho antes que la virginidad y sigo sin encontrarlo. Y hubo una señal. Sonaba ese verso tan cursi que dice «no sé si sabes que ya no te quiero, que ni siquiera te echo de menos». Que no es Lope de Vega, lo sé, pero faltó que se encendieran todas las luces de advertencia. Y yo ahí, como un cretino, observando cómo meneabas los hombros de aquella forma tan graciosa. Y me perdí.
Nunca he sido de imaginarme la vida con alguien, pero reconozco que no me hubiera importado mantener esas quedadas en La Bodeguita; dos taburetes, cecina, bravas y tú contando historias imposibles sobre el verdejo. Acabar en El Farolito pidiendo la cuenta a media copa debido a las prisas. Subir por el portal en Cascajares haciendo más ruido que el afilador en las mañanas. Despertar frente a la Catedral y desayunar al albor del día disfrutando de cierto frescor. Y ahora… ahora, nada.
Hubo un momento, y mira que hemos durado poco, en que si me hubieses dado a elegir entre tú y la riqueza te hubiera cantado por Los Chunguitos, porque sólo deseaba estar a tu lado. Por fin he entendido a quién le toca el papel de volar a otros nidos. Verano azul tuvo una temporada nada más, como nosotros. Intensa, alegre, inolvidable y dramática. Lo dicho, como nosotros.
Nunca cotillearemos los avances de las obras del antiguo edificio de Galerías, ni entraremos en el Círculo de Recreo impostando la voz como si fuéramos dos marqueses de provincias venidos a menos. No podremos seguir apurando una tarrina de Baonza a medias camino de casa, ni viendo una exposición de algo trivial en La Pasión. Porque te has cansado. Te has cansado como a mí me fatiga el bochorno de agosto. La diferencia es que no me siento un mes plomizo ni demasiado agobiante… pero siempre se trató de ti.
En septiembre pasearé evitando los conciertos que sé que te gustan, porque lo que faltaría sería encontrarte y decirte, al son de la canción, que tú eres tan perfecta y yo sólo un perfecto idiota que se vuelve pequeño, diminuto, casi nada por ti.
Así que dejaré pasar los días hasta que llegue el otoño deambulando por el centro, pero rehuyendo los lugares comunes por si algo me araña los recuerdos y me recuerda lo que se quedó en aquellas calles.
Debí darme cuenta, porque estaba claro. Es una pena que te gustase tanto el verano y que yo siga buscando la sombra mientras se acaba.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.