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¡lbricias, amigos! Es estupendo hallar un respiro entre tanta mugre noticiosa. Lo habitual, por reseñable, es encontrar a unos cafres que agarran –con nocturnidad, ... alevosía y mala leche– la manzana gigante promocional de la nueva versión de 'Blancanieves' (esa a la que quitaron a los enanitos del título para no ofender) y destrozan un escaparate al azar. Lo corriente es enterarse de que unos conciudadanos con cochinas maneras usan las macetas decorativas como papeleras (se lo tengo dicho: pongan carteles para que los de lectura comprensiva difusa no se confundan, como los americanos cuando etiquetan la lejía diciendo que no es bueno bebérsela a lingotazos). Lo acostumbrado es leer que han trincado a una pandilla de mangantes (de perfumes, esta semana; chorizos, pero oliendo a Chanel) con más antecedentes que tiros a puerta lleva el Real Valladolid en toda la temporada.
El caso es que la ciudad ha dado recientemente la bienvenida a un nuevo auditorio que albergará eventos culturales y, sobre todo, conciertos. Se trata del llamado Nuevo Espacio Carrión, que es otra forma de explotar el teatro del mismo nombre que lleva, con sus remodelaciones y arreglos, ochenta y pico años erigiéndose entre los edificios de la calle Montero Calvo. Cualquier apertura o renovación de un lugar dedicado a las artes escénicas tiene mi apoyo sin sutilezas. Es verdad que con el nombre no se ha innovado sobremanera, pero sí con el foco y la forma. En cuanto a lo segundo, me consta que Álvaro Vidal y Alain Cornejo han apostado por un equipo de sonido que haga del sitio la sala de referencia para veladas con un aforo medio. Además, es como un Transformer: cuando es oportuno se quitan la butacas y queda aquello como un patio coqueto y amplio. Si le sumamos que eso siempre ha sido un teatro y se debe escuchar en condiciones, miel sobre hojuelas. Recapitulemos: un garito de postín con hechuras de sala añeja, alguna elegancia, sonoridad adecuada y posibilidades para aquellos artistas que, sin tener aún el impacto de vender varios miles de tiques, les falta hueco en locales pequeños. Compro.
Lo primero, el foco, me interesa mucho. Veremos si pretenden quedarse en un teatrillo molón de provincias o desean establecerse como una opción duradera para el sector noroeste del país. Si ustedes han tenido la suerte de pasar por el Kafe Antzokia, en Bilbao, saben a qué me refiero. Y el Espacio Carrión es superior. Sólo falta adornarlo con nombres de recopetín en las marquesinas, crear una cultura de club (que me consta ya existe en la ciudad, comandada por Porta Caelis y Cientoceros) y empezar a tocar palos internacionales que igual que se dejan caer por Madrid, Pamplona o Vitoria, mire usted, pueden hacer parada y fonda aquí.
Un grupo de reciente actuación comentaba que ya era hora de tener un escenario así en el centro. Yo añadiría el asunto del tamaño, que esta vez importa. Lo siguiente sería campar por lugares tan inhóspitos musicalmente como el Polideportivo Pisuerga, que entre lo vetusto, las goteras y que se oyen los conciertos como si metieras la cabeza en una palangana al tiempo que retumban los Sex Pistols desde el tocadiscos, está para pocos trotes. Es decir, que de ahí se pasa a los manidos festivales de tanto éxito en los tiempos modernos. Y en plena era de horarios, carteles, pulseras y más actividades de gestión que las necesarias para sacar un bono en la web de Renfe, se agradece un bolo de los de toda la vida.
Esto no es un publirreportaje, no se equivoquen. Suelo tener dudas con algún perfil del veraniego Conexión que estructura Álvaro y Alain gestiona el capitalino Zorrilla con una programación, en mi opinión, desigual, pero esto que surge es una oportunidad que merece alabarles el arrojo a ambos. Quién sabe si, en unos años, un grupete contará que se curtió en los bares de la ciudad y tuvo su cénit en el Nuevo Espacio Carrión. Roger Moore, envuelto en su traje de 007, respondía lo siguiente cuando le decían que se exponía demasiado: «en el riesgo está el placer». No sé si este par disfruta más la osadía que lo seguro, pero al menos hemos dejado de hablar de estaciones, de Putin y de Ábalos durante cinco minutos.
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