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A no ser que vivan en lo más profundo de la fosa de las Marianas o que su curiosidad semanal se ciña al colorín telecinquero, todos habrán observado la imagen del reciente retrato, el primero oficial desde su coronación, de Carlos III. Como en casi ... cualquier manifestación cultural, ha habido opiniones por doquier e interpretaciones diversas. A pesar de que veamos aparecer su efigie de una suerte de bañera de sangre, al estilo de aquella escena de El Resplandor, lo que nos indica el autor es que ese rojo brillante alude al color de la Guardia Galesa. Si alguien quiere seguir por la senda cinéfila podría hasta llegar a apreciar similitudes con aquel recordado cartel de American Beauty o al cuadro de Vigo, el Cruel, del segundo Cazafantasmas. Lo que tengo claro es que la pintura no va a caer en el olvido y que se va a convertir, con rapidez, en otra atracción para visitar la capital inglesa. En este momento ya se anuncia como parte de ciertas exhibiciones en dos espacios londinenses de postín, como la Philip Mould Gallery y el Draper´s Hall. Y aquí quería llegar: crear una expectativa sobre algo, generar una necesidad al viajero o turista, es un arte circense pero muy beneficioso. Una ciudad cosmopolita suele disfrutar de una oferta ingente que sume al visitante en rutas para poder acceder a ver lo más llamativo. Y lo importante: le deja con ganas de volver. En los lugares menos globalizados tienen que jugar sus cartas como si fueran Juan Tamariz para optimizar propuestas y activos y, así, lograr que sea su localidad la elegida para el itinerario del visitante en lugar de otra. Y, de vez en cuando, hay que sacar un comodín.
A ver, del lienzo del papá de Harry y Guillermo conocemos incluso la discreta mariposa cercana a su hombro que simboliza que, cuando comenzó a pintarse, Charles aún era príncipe. Y mírenlo ahora: de eterna larva a la sombra de mamá a desplegar sus coloridas alas. El apunte poético es mío, pero se lo cedo. Total, estos anglosajones ya han logrado la expectación y, en breve, producirán dinerito fresco. Este es el secreto, la jugada mágica, el punto de inflexión. En Castilla tenemos miles de enclaves interesantes para aquellos no autóctonos. Pero no nos engañemos, tampoco generamos lo mismo que la Gran Vía, Picadilly o el palacio Schönbrunn. Vamos, que todo lo que añadamos nos viene bien. Y si el Ayuntamiento dice que hay un proyecto de nuevo cuño para un puente en el que un escultor de renombre a nivel mundial creará una obra específica que va a llamar la atención, en principio estoy a favor. Viene adosada una polémica importante por el asunto de los carriles ocupados, la necesidad o no de reforma y una guerra de las acostumbradas entre grupos políticos rivales. Pero no hablo de eso. Yo me refiero a que Jaume Plensa tiene obras icónicas en Chicago, Calgary o Río de Janeiro. Y si eso hace que una pareja de Liechtenstein decida continuar su periplo desde Madrid (porque es el destino primario más probable) por este viejo Valladolid ya que, además de historia, palacios reales, iglesias inigualables, museos emblemáticos y una gastronomía de primer nivel tenemos un puente con unas estatuas donde fotografiarse y, tras una relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor, subirlo a Instagram etiquetando a la ciudad, pues qué quieren que les diga: maravilloso. Recuerden que hablo de generar recursos para el municipio. Y, sí, claro que habrá que ver el montante final del proyecto. Yo sólo pretendo que la gente vea en internet que puede sacarse aquí la instantánea que llevará en su estado de WhatsApp los próximos meses, acompañarlo de un verdejo tontorrón a mediodía, levantarse después de la sobremesa en Las Aldabas y acabar la tarde con un café en la Acera de Recoletos antes de regresar a su campo base en un tren de esos que últimamente van y vienen con follón.
El tiempo dirá si es un despilfarro, un acierto, una chapuza, un hito o un ni para ti ni para mí. A estas alturas de la película sólo aspiro a que sigamos teniendo Goyas, teatro en la calle, pádel, tapas, festivales, rutas históricas, rodajes, certámenes literarios, vino a raudales o cualquier cosa que llame la atención para que se pasen por aquí a hacernos una visitilla y dejarse los cuartos en nuestros esforzados comercios. Y ya de paso, si es con el Pucela en primera, fetén. Aunque no tengamos cuadros de reyes efímeros con mariposa.
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