Si recuerdan una película llamada 'Los inmortales', sabrán que trataba de un escocés bizco que tenía que vivir eternamente e ir cortando cabezas de otros con igual condena. Aunque no la hayan visto, el concepto perdurable (lo de cercenar cocorotas, no) me vale para hilar ... este artículo que habla sobre una noticia reciente. Resulta que unos científicos, echando horas en un laboratorio en vez de jugando a la escoba, han descubierto un anticuerpo que bloquea cierta proteína y hace que unos ratones —con los que experimentan— vivan un 25 % más y, lo que es más importante, que su vejez sea mejor.
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De principio, si la cosa va bien y las pruebas con personas con dos piernas y cuenta de Netflix funcionan, me apunto. Aunque es cierto que en estos últimos días le he pegado una pensada al tema y me están entrando dudas. Les explico: si actualmente la esperanza de vida está en ochenta y pico, con esta inyección de vaya usted a saber qué ingredientes kriptonianos alcanzaremos sin problema los ciento y algo. Y si yo estoy cansado a estas alturas de ciertas tonterías, imagínense con el doble. Por ejemplo, si es para seguir viendo a la gente caminar mientras hablan por el maldito teléfono sosteniéndolo en su palma y haciendo que todos nos enteremos de su conversación, paso. Si es para seguir soportando imbéciles impertinentes y maleducados que van al cine a comerse una puñetera pizza y mirar Instagram, no cuenten conmigo. Si tengo que respetar sin derecho a réplica (a riesgo de ser llamado señoro, intolerante y demás lindezas del recetario) que personas con más taras que un diamante congoleño se casen consigo mismas, aparten de mí esa fuente de la perpetua juventud.
Más madera: si me va a servir para continuar con el vaivén de bajar y subir del Real Valladolid… bueno, es que en ese caso no llego a los ochenta ni con anticuerpo. Si voy a tener que padecer dos décadas más a los que dicen «otra vuelta al sol», porque «feliz cumpleaños» les suena poco afectado, casi que me lo pienso. Reflexionen: se trata de disfrutar los últimos años de su vida. Ya no estarán tan lozanos y vigorosos como con cuarenta y les tocará transigir con mucha majadería. A no ser que les dejen pasarlos en un casita en Ribadesella con clima agradable, una buena pensión, suscripción a un par de diarios, barbacoa en el jardín y el vecino más cercano a doscientos metros, es para meditarlo. Aun así, sí quiero veinte años más para ver qué hacen con el próximo James Bond, incluso con el siguiente. Para saber cómo Gómez-Jurado acaba lo relacionado con su Reina Roja o Gellida se las ingenia para matar literariamente de una manera (todavía) más salvaje. Los quiero para ver terminada la nueva estación de tren, sea subterránea, superficial o aérea. Si, de paso, tiran la de autobuses y la construyen de cero, mejor. Ya, ya sé que hay un proyecto a punto de caramelo, pero es que me acuerdo de que Innobat y Switch iban a establecerse aquí hace meses (años nos los llevan vendiendo) y… deben haber tenido un problema, porque no se les ve ni espera. A ver si va a ser que pillaron billete desde Chamartín y claro, con tanto jaleo igual siguen allí, esperando en un banco.
No estaría mal, en ese plazo extra con el que me obsequiaría la medicina, que el teatro Lope de Vega recobrase su moqueta y pompa o que Zorrilla albergase conciertos del nivel que en su día ofrecieron Springsteen o Depeche Mode, pero me conformo con que la ciudad siga brillando en cine, gastronomía, cultura, deporte e historia. Y si es por pedir en general, que me dé para presenciar la cura de la infame ELA con la ayudita correspondiente del gobierno que sea en forma de ley. No obstante, lo cierto es que todo en este lapso llamado existencia debe terminar para que lo valoremos mientras está ocurriendo. Si nos dan esa propina y podemos deleitarnos con ciertas garantías, venga ese pinchacito. No seré yo el que rechace veinte otoños más con sus castañas y sus noches frescas, o veinte navidades extraordinarias escuchando a Sinatra junto al árbol. Hay que ver, la cantidad de avances que trae la ciencia. Eso sí, mucha investigación y mucho lirili pero siguen sin descubrir la manera de vivir de nuevo una final de Copa con el Pucela. Muchachos, pónganse las pilas que voy teniendo una edad.
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