Espero que hayan terminado con las provisiones de turrón y mantecados y anden apurando los últimos días de roscones. Corran, que hay prisa. En pocos días deberían cumplir con lo que estas fechas indican: apúntense a un gimnasio baratito que en un mes abandonarán, pónganse ... a dieta durante cinco días a la espera del almuerzo del siguiente fin de semana y líen a tres amigos para la proverbial caminata hasta Zaratán que harán dos veces y se perderá en el olvido durante las siguientes semanas. Zanjen estas cuestiones rápido, que estrenamos un trimestre importante y hay que estar preparados.
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No sé si son conscientes de que vienen los Goya y hace tiempo que la imagen de la ciudad no estaba tan en juego como en este trance. Y no sea usted pueril ni más papista que Bergoglio: este evento va a abrir informativos y ocupar tiempo de relevancia durante varias jornadas. Una campaña así cuesta mucho dinero, más incluso del que ocupará el (ingente) presupuesto de la gala, viajes y hospedaje del mundo artístico. No se quede en que no está de acuerdo con lo que los hermanos Bardem opinan (de todo) o que sea un partido determinado (y popular) el que esté a cargo del sarao. Lo importante aquí es que, cual Eurovisión nacional, los alrededores municipales verán caminar por sus calles a personalidades de delante y detrás de las cámaras.
Seguro que los Javis, que de esto saben un rato y no necesitan consejo ni guía, tienen la escaleta atada y revisada. Disponer al lado de alguien que tiene miles de kilómetros en el lomo, como Ana Belén, seguro que ayuda, pero no me quiero privar de recomendarles alguna escena para esos ratillos entre premio y premio, que luego quedan sosos y siempre se les puede dar una vuelta aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.
Por ejemplo, pueden empezar la función con secuencia de una fiesta invernal en el Duque de Lerma y que, súbitamente, un grupo de terroristas pretenda secuestrar a los presentes. Sé que este argumento ya lo vieron en Jungla de cristal y que el edificio se llamaba Nakatomi, pero díganme que no se imaginan a Mario Casas descalzo y en camiseta subiendo y bajando pisos con el Puente Mayor de fondo.
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También pueden hacer un remedo de la Boda Roja de Juego de Tronos teniendo el castillo de Peñafiel de escenario, con Luis Tosar de malo malísimo y Hugo Silva como primogénito de los Stark. Por almenas e historia no será.
Podrían, asimismo, trasladar los diálogos afilados que se dan durante un paseo en las películas de Woody Allen a conversaciones por los puentes de la capital pucelana. Podrían hacerlo Laia Costa y Luis Zahera, intentando convencer este a la primera –con ese deje gallego– de que no está el horno para hacer una broma de judíos en los agradecimientos al recibir un galardón.
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No todos los actores me parecen De Niro ni todas las películas españolas Plácido, pero durante esos días les aseguro que haré lo posible por que Bayona y Trueba puedan disfrutar de una comida opípara en el Trigo, que Barbara Lennie o Malena Alterio se tomen un café en el Lion d'Or saludando alegres a los admiradores que las vitorean, o que Hovik Keuchkerian se tome un copazo tranquilo en Melêl junto a su amigo Gellida y David Verdaguer, mientras este les cuenta un chiste de Eugenio que sale en el film por el que está nominado.
El día de los Goya no debería haber más colores que los de la cultura, el arte y los focos. Y esta urbe que algunos adoramos debe dar lo mejor de sí para construir una atmósfera agradable y acogedora. Sé que será efímero, pero a ver cuánto tardamos en vernos en una parecida. No le arriendo la ganancia a Blanca Jiménez, concejala encargada de que todo esté a tiempo, sin carteles de «ojo, pintado» ni cables o andamios por el suelo, pero estoy seguro de que echará veinticinco horas al día para que, el 10 de febrero, los decorados naturales de un entorno histórico llamado Valladolid estén a punto. Y chico, no me desagradaría en absoluto ver, butaca con butaca, a Blanca junto a Ana Redondo luciendo vestido en la alfombra roja, o los fracs de Carnero y Puente entrando a la vez a la velada. Al fin y al cabo, el mérito ha sido cosa de los cuatro.
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Nuestra metrópoli, ciudad del cine. No me digan que no será maravilloso. Y ya, como estamos en tiempos de indultos y amnistías, sin bloqueados. Borrón y cuenta nueva. Yo lo veo.
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