Planes de pareja
Míster Cipriano ·
Mi hija va a nacer en diciembre y mi círculo cercano no deja de sentenciarme a la vida aburrida y monótona: «Verás, olvídate desde ese momento de hacer ningún plan. Se acabó lo de quedar con amigos»Secciones
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Míster Cipriano ·
Mi hija va a nacer en diciembre y mi círculo cercano no deja de sentenciarme a la vida aburrida y monótona: «Verás, olvídate desde ese momento de hacer ningún plan. Se acabó lo de quedar con amigos»Mi hija va a nacer en diciembre y mi círculo cercano no deja de sentenciarme a la vida aburrida y monótona. «Verás, olvídate desde ese momento de hacer ningún plan. Se acabó lo de quedar con amigos. Vas a tardar un año en leer un ... libro. Jamás podrás estar al día con las series. Si conseguís ir alguna vez solos al cine, lo más probable es que os durmáis». Agradezco tanta preocupación por mi futuro, pero no sé si me están advirtiendo o voy a entrar a cumplir condena en Villanubla durante seis años. Comprendo que hoy muchas familias supeditan su rutina diaria a las necesidades del neonato, y es obvio que así debe ser durante un tiempo. Pero también creo que hay personas que, en su afán por ser los padres del año y que cuelguen su foto en un cuadro similar al de empleado del mes de McDonald´s, descuidan invertir momentos y experiencias en la pareja, que, al fin y al cabo, es la que ha hecho que el pequeño churumbel esté ahí.
Decir esto públicamente estará generando que una marejada de entendidos y pulcros progenitores demonicen cualquier movimiento diferente al establecido por un enfermero muy concienzudo con sugerencias útiles, una creadora de contenido con técnicas infalibles o la Pedroche y su libro. Y estoy seguro de que todos tienen algo que aportar. Por donde no paso es por ese tribunal inquisitivo de miradas y gestos de reprobación que convierten los consejos de antes en normas inflexibles, y a ti en un revolucionario transgresor que juega con su hija como Clooney con los dados en el Bellagio.
Hace años viajé a las Islas Feroe y, aparte de los incomparables paisajes y la preponderancia de las ovejas sobre el tráfico rodado, me sorprendió ver que los bebés pasaban mucho tiempo en las terrazas al aire libre. Sobra decir que la temperatura no era la de Torremolinos, pero decían que así se iban acostumbrando. Y me da que esa es la clave. Hay cosas que no puedes hacer, como darle potaje a la niña a una temprana edad, pero los hay que llevan al niño de dos meses con un plumas, el buzo, la manta zamorana de la abuela y una térmica por encima de cuando su santo padre hacía medias maratones. Y se sorprenden si el chaval llora. Oiga, que lleva encima el peso equivalente a medio equipo de rugby. Así que mi hija va a pasear en febrero por Miguel Íscar y Teresa Gil. Y si hace frío se la abriga más. A ver si va a valer para un tal Sven y no para una recia castellana de pura cepa.
Pero a lo que yo iba no es a mi heredera, sino a que hay que potenciar lo que antes acordábamos entre dos. La gran mayoría de ideas, desde ahora, tendrán que dar cabida al tercer elemento, aunque es fundamental encontrar algún momento de novios. Estoy hablando de complicidad y no de montar la mesa Skogsta que hemos elegido en una tienda sueca o darle un limpión al sofá. Ni será cada fin de semana, ni bordeará las luces del alba. Con una cena sin mirar el móvil cada diez minutos a ver si todo va bien, vale. Una copa de vino riéndonos de la última bomberada de ese amigo que es un desastre. Vestirnos para salir y así demostrarnos que seguimos siendo presumidos y nos importa mucho seguir compartiendo chispitas en las pupilas. Cantar a voz en grito en el coche aquella canción de Sidecars que sabemos de memoria mientras vamos a recoger a la niña de nuestros ojos, sabiendo que durante el camino a casa habrá que hablar bajito para que no se despierte. Encargar un ramo de flores entre pañal y pañal para que llegue de improviso. Preparar un café y pastas con sus amigas sin decirle nada y ocuparme de la intendencia un rato para que vuelvan a hablar de sus cosas y coman rosquillas con los pies encima del sofá como cuando eran de la peña de Bagur.
No sé. En general, somos niños grandes que siguen teniendo ilusiones pospuestas por un bien mayor. Pero fíjense con qué poco se puede llenar la hucha de la vida. Y si no tienen otra opción, un verdejo en casa mientras montan la mesa esa de las narices. Pero escojan otro modelo, que la Skogsta es imposible.
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