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Ahora que los pseudosalvadores de la patria se llenan la boca proclamando lo libres que somos gracias a ellos, cabe, sin duda, recordar que en ... el casposo y sacrosanto 1988 los sindicatos no tenían una correa en su cuello y le hacían huelgas generales al gobierno socialista, que el mayor ente televisivo estaba dirigido (y cómo) por una mujer y Almodóvar estrenaba su Mujeres al borde de un ataque de nervios, que permaneció (asómbrense, mileniales) más de un año ininterrumpidamente en la cartelera de los cines Manhattan.
De aquellas, también, José Mª Cano, que había ganado peso en el grupo musical más exitoso de este país, escribió «Mujer contra mujer», manifiesto de la diversidad que ponía más cosas encima de la mesa de las que ocurrían por debajo. Para vivir en la oscuridad que destacan algunos, no estábamos tan mal.
Nada tiene que ver con el tema que nos va a ocupar, pero el otro día, mientras leía el periódico apurando un café vespertino, sonaba esta canción de fondo. Y si uno escoge ciertos versos de la letra, le vienen al pelo para organizar cuatro cosillas que tengo que decirles a los diferentes grupos municipales de cara a estos comicios inminentes.
Y es que el matiz viene después de las elecciones, cuando cada cual tiene su sitio y se olvida o deja de considerar como prioritario aquello que se ha pasado un mes pregonando por plazas, centros cívicos, casetas y paseos improvisados.
Qué quieren que les diga, no estoy yo por la labor de tirarles la primera piedra. Y aun así me enerva que se juegue a lo de que, si no hay cadáver, no hay crimen. Si no existe una obra o proyecto empezado es que no ha dado tiempo, o que no toca. Claro, y uno opina que aquello no está bien. Y ellos dicen que qué se le va a hacer. Y acabamos en que lo que opinen los demás, los que no estamos en el asiento del Consistorio, está de más.
Pues miren, no. Me voy a atrever a toser. Y si no gusto (lo que digo), ya saben lo que hay que hacer. Porque quiero, antes de las urnas, saber cuándo y cómo tendríamos ese soterramiento que unificaría la ciudad. Y quiero plazos comprometidos, no los veinticinco años que se dan para arreglar el estadio (de los que habría que restar lo que hace que se aseguró, micro en mano, en medio de los festejos por el ascenso). Me interesa casi tanto como esa supuesta excelencia que se iba a alcanzar en los servicios de limpieza. En mi opinión, estamos en un 4 pelado. Pero claro, con la LOMLOE y su afán por no poner notas y hundir el umbral de exigencia, quizá sí se haya alcanzado el excelente. Fíjate tú, que diría Millán.
Quiero claridad explícita sobre qué pasa con llegada de las macrofábricas a las que sólo les falta un «anuncio oficial», que se nos empieza a poner cara de Pepe Isbert con Mr. Marshall. Y también de hasta dónde va a llegar la zona de bajas emisiones, que luego aparece la letra pequeña y se juega a dejar pasar el tiempo. Y claro, los candidatos de turno se agarran a cantar dicen que la distancia es el olvido. Pues esa no suena hoy. Ni toca.
Anoten que ni siquiera me refiero a proyectos confluyentes tales como lo de trabajar cuatro días a la semana -parecen mostrarlo como un mal vicio a cercenar- o crear una ciudad jugable y calmada (sic) a imagen y semejanza del desaguisado made in Colau.
Exijo (nótese la hipérbole) precisión en la palabra dada y su cumplimiento. Que los «es ques» no riman con «después» pero, al igual que este, siempre van más tarde. O nunca.
Vuelen más a ras de suelo y sean consecuentes con lo que predican. Mucha liturgia y poco lerele. Tengan ustedes cuidado con la papeleta, conciudadanos, que, como dice Ana Torroja, el matiz viene después.
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