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Cuentan, los que cuentan cosas, que hay que dar a los duelos dos semanas. Para que se aposenten los cambios, pase la negación y se ... asuma la nueva situación. Como una luna de miel, pero a la inversa. A esto uno acude a vivir quince días de idilio, desenfreno, lujo caduco y cierto horterismo en ocasiones. En cambio, a lo que nos ocupa, se entra envuelto en drama, incomprensión, angustia… Y el tiempo, que todo lo cura pero en su momento, va colocando las piezas del puzle donde corresponde. O aún mejor, donde conviene que estén aunque no encajen del todo.
Uno ha visto, será por la edad, demasiados disgustos, algunos dramas y momentos difíciles. El domingo salía del estadio terminando de tragar la bilis y encontré a dos chavales que, desconsolados, lloraban agarrados a su padre. Me dieron ganas de abrazarlos y decirles al oído que esto es el Real Valladolid, que cuando los del Atleti dicen que son sufridores se nos parten dos vertebras al reírnos porque no conocen ni el seis por ciento de esa sensación, que les quedan muchos días como este del descenso y pocos de gloria, pero que esos valdrán todos los sinsabores.
Pero me fui. Me fui cabizbajo. Abrí la puerta de casa, me quité la camiseta que en su día llevó Patrick Ebert y me metí en la cama sin cenar. Porque ahí comenzó mi luna de hiel. Esa en la que maldigo el día en que mi padre me llevó al vetusto estadio del Paseo de Zorrilla, previo refresco en Dallas, y me dijo que los de la camiseta blanca y violeta eran los nuestros. Esa en la que recuerdo que un chileno, de nombre Vicente, nos mostró que no éramos unos cualquiera. Esa en la que equipos con menos historia que un libro de la LOMLOE nos mirarán de refilón llamándonos equipo ascensor.
Y después de renegar, maldecir, protestar, quejarme y resignarme a mi suerte, habrán pasado esos quince días de luto. Y una mañana buscaré las páginas de deporte por si aparece algún fichaje que nos devuelva la ilusión que dejamos aparcada en la puerta tres, miraré en internet qué día presentan las nuevas camisetas y haré un poco de dieta para pillar una talla holgada, llegará una carta del club a casa explicando el proceso de renovación… Y zas. Tres nombres, dos ruedas de prensa y estaré con la esperanza de nuevo en alto, como aquel día en el que mi padre me explicó que Fenoy no estaba loco, que Edú Manga era extraordinario y que jugarte la vida es poco riesgo si tu delantero es Joseba Llorente.
Quince días. Cuenten conmigo.
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