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Bruce Springsteen. LP
Mister Cipriano

Glory Days

Tengo claro que habrá desinstalado Facebook, porque como le recuerde cada día la ristra de compromisos y sentencias que en su día dejó para la historia y de las que hoy abomina, cae en depresión

Alfonso Niño

Valladolid

Jueves, 12 de septiembre 2024, 07:03

Springsteen compuso uno de sus discos icónicos en el 84. En aquel álbum estaba el tema que da título a este texto. Habla sobre esa gente que encontramos al cabo de mucho tiempo, que en su día tuvieron una posición, sueños, ambiciones… y que, años ... después, se vieron postergadas o abandonadas en la cuneta por la imparable vida que nos lleva a cuestas y nos hace elegir. Parece una historia de abuelo cebolleta, una batallita de las que se narran a la juventud cuando se es consciente de que se tienen muchas menos aventuras y anécdotas por delante que las dejadas hace demasiados pasos. Lo curioso es que Bruce Springsteen escribió esa canción sobre los días de gloria, de vino y rosas, sólo con treinta y nueve añitos de vellón.

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Lo de aludir a tiempos mejores es habitual cuando uno no se encuentra, y todos tenemos amigos que detallan, invariablemente, los mismos chascarrillos desde hace tres décadas. No pasa nada. No vayan al médico. Miren a Page o Lambán, les ocurre lo mismo. Pablo Iglesias, desde su taberna, seguro que cuenta a la muchachada cuando acabó con el terrible bipartidismo pancarta en mano, terminando la historieta con la traición de los suyos y el desprestigio mientras apura un cigarrito. Es muy posible que Feijoo, hasta que pueda alcanzar el colchón de Moncloa, se recree contando a su camarilla que jamás perdió una votación en Galicia y no hubo alianza que lo derrotara. Y los gerifaltes de UGT se regodearán rememorando aquellas notables mariscadas de las que no era necesario dar cuentas (ni facturas) a contribuyentes y afiliados.

Hay otra herramienta nacida para masacrar nuestro criterio y rigor y hacernos morder el polvo de la melancolía. Las redes sociales, ya saben que les tengo un cariño especial (semejante a la extracción de cuatro muelas sin anestesia), te van recordando en cada fecha lo que publicaste unos cuantos años antes. Y eso debería estar prohibido. Te ves delgado, con peinados imposibles, en saraos inacabables y con más ímpetu que el Capitán Trueno. Y lo que es peor: haciendo comentarios de opinión que hoy tienen menos defensas que el islote Perejil. Me imagino el Facebook de Pedro Sánchez y tengo claro que habrá desinstalado la aplicación, porque como le recuerde cada día la ristra de compromisos y sentencias que en su día dejó para la historia y de las que hoy abomina, cae en depresión. Bueno, o no.

Mis amigos, por el contrario, se lo toman con humor, que es como uno debe tragar las píldoras que saben peor. Se ven con una camisa con más noches de ronda que la tuna y cuentan, con salero y cierta sorna, que en este momento ya no les pasa del codo. Si el comentario lo acompañan, cosa probable, de un vermut desengañado con aceituna, la risa se jala la añoranza y todos contentos.

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Aun así, y es algo asumido, todos somos carne de barra de bar y mirar con brillo a días de más vigor. Ponce ha visto el final del torerío, Jon Bon Jovi ha entendido que hay notas que le quedan tan cerca como Saturno a la Tierra, Telecinco admite que sobrevive a base de grandes hermanos y supervivientes y yo sé que jamás volveré a tocar la batería en la Plaza Mayor en las Fiestas. Pero lo contaré con alegría. No sé si un día fuimos los mejores, ni necesito propagarlo. Mi caminito discurre hoy con este artículo, mañana en una cena con la gente que quiero y pasado con una siesta de esas en las que empiezas leyendo y acabas con el libro aplastado contra tu cara y las páginas más arrugadas que el cuello de una celebrity operada por sexta vez. Y sí, es muy posible que un día coincidamos con alguien que nos conoce poco y uno nos aliente para relatar, de nuevo, aquel asunto tan gracioso. Y lo haremos siendo sabedores de que aquellos días de gloria pasaron de largo, como les ocurría a los de la canción de Springsteen.

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