Yo lo intento, se lo juro, pero es que me meten los deditos en la boca. Acudía a este espacio sin la menor intención de hablar de política. Cero, niente. Y aparece Yolanda y hace una rueda de prensa para anunciar algo importante… sin ... preguntas. Veamos: quieres exponer algo que a tu juicio es valioso, convocas a los medios de comunicación para que ese mensaje llegue a la mayor audiencia posible, preparas la intervención con mimo… pero no permites que se te interrogue por tus condicionantes para tomar tal decisión, por lo que ese movimiento supone. Ya. Tú lo que no quieres es que te contradigan y eso se llama imposición. Y pienso lo mismo de los que emiten su intervención a través de un plasma o los que mandan una carta al populacho. Además, en la matrícula pone «cargo público». De ese modo, y ya que el diálogo lo inician ellos, es lícito pensar que la concurrencia podamos opinar. Y ese es el momento de la prensa, que hace las preguntas que nos vienen a la sesera al oír el monólogo que algún ayudante con cierto don para la prosa les ha preparado. Pero no. Sin aclaraciones, no sea que el reluciente orador se meta en un lío por no saber dar respuesta o por caer en la trampa que algún avezado plumilla le tienda (yo diría que el mérito de ser acorralado siempre es del que no se da cuenta de que su palabrería vacía se convierte en una gigantesca tela de araña de la que no hay escapatoria).
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Miren, que dejen de hablar de diálogo, concordia, entendimiento y demás fruslerías. Mentirosos. Sólo quieren acólitos que repitan su mesiánico recitado coma por coma. Lo que suele pasar es que el discurso de marras no se sostiene ni aunque lo sujete Hulk Hogan, y lo agarra un Vicente Vallés o una Cristina Pardo cualquiera y los hunde en la miseria absoluta. Así que aplican la estrategia de los cobardicas: huir para vivir otro día. Bueno, en este caso, para mantenerse en el cargo o posición que sea otro mes, otra legislatura o lo que sea menester que siga proveyendo de sueldos, dietas, gastos e indemnizaciones jugosas.
¿Se imaginan que van a una tutoría con el profesor de sus hijos y, al entrar, el docente les dice que va a soltar su perorata pero que no pueden intervenir? ¿Cómo reaccionarían si la arquitecta de su casa les cita para explicarles el proyecto que van a pagar y no les tolera meter baza? Pues en los casos citados al principio de este artículo nos cuelan una tabarra pistonuda y se van pensando que lo han hecho de lujo. Se creen líderes intachables, faros de nuestros metafóricos barcos… y son actorzuelos inmundos, botarates. Les falta subirse a una caja de naranjas en un parque y ponerse a dar voces. Es curioso. En esa situación nadie les haría caso, pero si lo hacen ante una cámara con eco en miles de tuits, enlaces y noticieros les prestamos una atención que, si no permiten réplica, no merecen.
No sé si recuerdan a Benito Floro, que fue entrenador del Madrid. En su día decidió por su cuenta y riesgo que las preguntas que le hacían tras cada partido eran una memez repetitiva, así que solía hacer su propio resumen del encuentro. Luego daba oportunidad de que surgiera alguna cuestión que colmara su curiosidad, pero contestaba malencarado cuando no alcanzaban lo que él pensaba que era el nivel mínimo. Juez y jurado. Pues esto es parecido, pero me da que no por superioridad, sino por miedo. Y si no que expliquen por qué no van a según qué emisoras sabiendo que les van a sacar los muertos del armario y pondrán encima de la mesa sus errores e incongruencias. Se olvidan de que se trata precisamente de eso: de aportar datos que ignoramos y fundamentan un movimiento, de dejar las medias verdades (que no son más que miserias de alto octanaje) y dar la puñetera cara. Pero, claro, ¿qué vamos a pedir cuando, en caso de acudir a terreno hostil, el mandatario de turno comienza cada respuesta dando vueltas hasta conseguir que el oyente se despiste de lo preguntado? ¿Cómo puede ser que eso sea un arte, que se estudie cómo eludir una interpelación directa y concreta? Y, peor aún, ¿cómo puede haber alguien que lo justifique sólo porque lo hace uno con quien simpatizan? Despierten, lo que tienen es muy poca vergüenza. Ínfima. Tan poquita que, parafraseando a Galeano, nos hacen pipí encima y se piensan que creemos que llueve.
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