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Ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024. Efe
Cónclave olímpico-familiar
Míster Cipriano

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«Si la llama olímpica estaba prendida era momento de unirse frente al televisor, armarse de víveres, monopolizar el salón y convertirnos en expertos en mazas gimnásticas o estrategias de waterpolo»

Alfonso Niño

Valladolid

Jueves, 1 de agosto 2024, 07:29

Mi relación con mi padre era lo complicada que suelen ser todas cuando se llega a cierta edad en la que la tozudez (mutua) pretende ... imponerse a la concordia. Aquello de ganar el envite, de tener razón, de jugar mejor al mus. Pero, como en la antigua Grecia, había una época de tregua que coincidía, mire usted, con la celebración de los Juegos Olímpicos. Daba igual que fueran en Los Ángeles o Seúl a altas horas de la madrugada, o en Barcelona o Atenas fastidiándoles la siesta a mi madre y hermana. No importaba que el día anterior hubiera vuelto de Ascot como una oveja merina o que tuviera que estudiar las mates que Eustaquio me había suspendido (de forma merecida). Si la llama olímpica estaba prendida era momento de unirse frente al televisor, armarse de víveres, monopolizar el salón y convertirnos en expertos en mazas gimnásticas o estrategias de waterpolo; emergíamos como esgrimistas consumados o perfeccionábamos un archivo mental que nos llevaba a conocer el nombre de una saltadora de longitud cubana que iba a dar la sorpresa.

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