Paren ya este mundo, hagan el favor. Ya sé que me queda billete para unas cuantas estaciones más, pero es insoportable la cantidad de detritus con gafas imposibles y Converse desatadas que simpatizan con causas peregrinas, como la de los inuits de Groenlandia, y pasan ... de puntillas sobre vericuetos más cercanos. Será que les está esperando un batido de esos antioxidantes y se lo tienen que tomar antes de que se evaporen las vitaminas.
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El caso es que entre infusiones de espirulina, kale, espinacas, col rizada, matcha, cilantro, lechuga y arándanos (si no fuera por lo último, elijo muerte) una cuadrilla de muchachas americanas han decidido hacer un grupo en Facebook para denunciar a los mozuelos que las dejan con un par de narices. Vamos, aquello de «jo, qué noche», acompañado de un clásico «si te he visto no me acuerdo» que, por lo visto, ahora se llama ghosting. Podría tener un pase si se tratase de sacar los colores a algún galán de marca blanca que se trabaja los fines de semana intentando que incautas caigan en sus redes de pasión y lujo. Pero ya, de primeras, damos por hecho que las chavalas no tienen dos dedos de frente para identificar al sujeto baboso y embaucador, sobre todo porque, probablemente, frecuente las mismas zonas de forma habitual y se haya llevado más calabazas que los antiguos concursantes del 'Un, dos, tres'. Así que intentemos no infantilizar a la gente, porfaplis, que dan mucho más de sí que lo que cuatro gambiteros creen.
El problema viene cuando el grupo de marras se ha convertido en una especie de catálogo de maromos de la zona en cuestión, un Tripadvisor de caballeros sesgado, como este, por el juicio personal de la «consumidora». Y miren, no. Igual que los que publican en el famoso sitio de comidas tienen menos idea de cocina —generalmente— que Bertín en su programa, las señoras que emiten comentarios y notas sobre un fulano con el que han salido explicarán cómo les ha ido la feria específicamente a ellas. Y, qué quieren que les diga, aquí toda la vida se ha dicho que siempre hay un roto para un descosido. Vamos, que lo que a ti no te llena a mí me desborda o que con la que yo no congeniaba a aquel le vuelve loco. Básicamente, lo que ha venido siendo el ligoteo en cualquier ciudad desde que el mundo es mundo hasta que Ayuso dijo que en Madrid no, que allí cada finde es una fiesta con nuevos participantes.
Decía que la reunión cibernética de la que les hablo se ha convertido en un tribunal que ríanse de lo de la brujas de Salem. Y no dejo de pensar lo curioso que es que, en una sociedad global en la que no se pueden poner notas con número para que los del bajo rendimiento no se frustren, en un escenario en el que está feo sacar a gente guapa en los folletos porque no incluyes la diversidad corporal, una época en la que se da medalla al decimocuarto de la competición porque se la merece, unas cuantas arpías se crean con derecho para puntuar el físico, las dotes amatorias, la simpatía o la ayuda en casa de un señor con el que han compartido dos cubatas, un taxi y un tantarantán.
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A ver, esto es una chorrada grande como el piano de Richard Clayderman (nota mental: Alfonso, las comparaciones deben ser más actuales o los lectores se te pierden). Primero, porque los chascarrillos entre conocidos o amigas que han compartido pareja han circulado desde que tengo uso de razón para estos temas. Y si uno era un sinvergüenza con más cara y menos escrúpulos que un concursante de Gran Hermano, la información corría, le ponían la cruz y ya podía olvidarse de comerse un colín. Pero claro, si nos ponemos finos, finos para todo. Y lo que supuestamente empezó como un servicio social, ha acabado siendo un estercolero repleto de basura y venganza (que es un instrumento poco honesto utilizado cuando alguien se siente despechado). Y aquí viene cuando la matan (es una expresión, por Dios): imaginen que este asuntejo lo hubieran creado un rebaño de caballeretes y se dedicasen a publicar en Internet que esta gasta menos en cenas que Guardiola en champú, aquella se levanta por las mañanas con una halitosis que te peina las cejas y te las tiñe de rubio con el mismo aliento y esa tiene menos conversación que un ciclista subiendo el Angliru. Pues el temita abriría los telediarios pero, sobre todo, sería tan hediondo como la gran idea que se les ha ocurrido a estas chicas.
Acabo y les ofrezco un plan genial. Háganlo a la antigua. Conozcan a alguien y descubran algo nuevo cada día. Una mala persona no puede sostener el papel y, al tiempo, se le verán las costuras. Y si no lo tienen claro, pregunten a sus amigas. Y si ellas tampoco están del todo seguras, qué sé yo: vayan directas a lo del tantarantán. Eso que se llevan.
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