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A este paso, si me encuentran por la calle, me notarán meditabundo, dubitativo… Un alma errante, vamos. Y es que yo soy una persona de ... costumbres forjadas en la experiencia. Sé dónde tomo café si entro al casco histórico por Zorrilla, que la gamba de almuerzo cae en el Suizo, que la Primitiva se echa en la administración de Las Francesas… .
Qué sé yo, rutinas que hacen de nosotros personas con principios y no los bárbaros que invadían el Imperio. Y resulta que, cuando tenía escritas en mármol muchas de las rutas, me cambian los puntos importantes y me revientan los itinerarios.
Ahora que el Ayuntamiento, en su afán denodado por mantener nuestro buen tono físico, también nos ofrece diferentes recorridos, unos cierran, otros se mueven y otros nos siguen atendiendo en el barrio que pilla a desmano.
Desolado, me hallo.
Por empezar por un sitio: cierra Cubero. Y me pregunto dónde van a acabar miles de paisanos sus comidas vespertinas celebrando la Virgen de San Lorenzo. Ni cubanitos, ni cremas pucelanas… Debacle. Si le quitan a Indiana Jones el Arca de la Alianza, ¿qué queda? ¿Un profesor en chaqueta de tweed? Eso no hubiera dado ni para media película. Pues así estoy yo, parafraseando a Sabina.
Por seguir: mueven Palacios (Maro Valles, para los exquisitos) varios metros. Que no son los ochocientos que corría Mayte Martínez, pero mirar la esquina de Poniente y no tener ganas de romper dulcemente con el régimen como rompieron Brad y Angelina debería estar penado. Sólo faltaría que pusieran una tienda 'ecofriendly' con infusiones basadas en la coliflor para que llorase en el camino de vuelta.
Y, hasta ahora, únicamente he hablado de locales. Pero podemos entrar en los eventos que se han convertido en tradiciones que vertebran el calendario. Ahí va una: dicen los cogobernantes en estado preelectoral que el World Padel Tour no debe estar en la Plaza Mayor, que crea problemas de movilidad. Ya…
No como el maremágnum orquestado sobre Isabel la Católica (con posterior modificación). Miren, que digo yo que media semana en junio tampoco hace daño, que el tiovivo se pasa ahí meses con sus alegres canciones y nadie ha reclamado estar al borde de la esquizofrenia por escuchar cada día «los pollitos dicen pío, pío, pío». Además, por el medio de la plaza no circulan bicis.
Cedamos todos, pues.
A lo que iba: cualquier día de estos, como sigamos así, trasladan Caballería. Y por ahí no paso. Que cuando vuelvo de comprar fruta donde Iván, en Plaza España, necesito ver cómo el sol se alza encima de la Academia, justo al lado de donde un par de turistas despistados se hacen una foto en las letras de Valladolid. Entiendo que el cambio tenga que avanzar, pero no muevan más cosas a la ligera. Ni unos ni otros. Si me quitan a Delibes del Campo Grande y lo colocan cerca del Atrio de Santiago, por aquello del Hereje, me voy a perder. Y lo que es peor, puede que don Miguel se levante de donde quiera que descansen los genios y reclame que dejen su estatua tranquila.
Ahora que parecemos buscar las minas del rey Salomón con obras tan necesarias (supongo) como imposibles por aquello de la acumulación, sólo pido un poco de rigor en el cambio de pinta de la ciudad. Los establecimientos privados tendrán sus razones y aguantaré, por mucho que me afecten. En cuanto a lo público, vale que la quieran más accesible, natural, sostenible y diversa. Pero que no se olviden de dejarla transitable (para todos), limpia (incluso en los barrios más elevados, por favor) y tan histórica y bonita como siempre. Y esto último no necesita de modificación alguna.
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