Secciones
Servicios
Destacamos
No lo hemos percibido porque estamos ocupados discutiendo sobre las decenas de obras que jalonan la ciudad como si hubiera que encontrar un tesoro medieval, porque sigue habiendo mañanitas frescas y mediodías de camisa remangada y gafas de sol, pero las flores se han ido, ... las hojas han caído (aunque muchas no las recoja nadie) y nos vamos a dar de bruces con un otoño que huele a invierno. El topetazo, como de costumbre, será sorpresivo y seguro que alguna ilustre catedrática de barra de bar dice algo tan imaginativo como: «qué frío tan repentino». Tú, que apuras tu expreso en la mesa más cercana a la puerta mientras jugueteas con un purito chiquitín de esos como de asesino en serie, la miras decidiendo si ignora que estamos en un avanzado noviembre o si esperaba que este entretiempo agradable fuera a durar hasta abril y, desde ahí, empalmar de nuevo con julio.
El caso es que las flores se van; los carriles circulatorios mutan en cúmulos de tierra, piedras, hormigón y señales; las luces de adorno comienzan a poblar las partes altas de la urbe y los teatros programan ballets para las fechas vacacionales. Yo hace años era un neófito y hoy sé distinguir sin error entre 'El lago de los cisnes' y 'El cascanueces'. Estas dos caerán en el Calderón, como ocurre cada diciembre, y ya escasean las entradas para ambas. Da igual que se conozca la historia o la música. Se va, se disfruta y, al salir al vestíbulo, se comenta lo bonito que ha sido y se corona la tarde con un López Cristóbal en cualquiera de los bares o tabernas cercanos. Realmente, es parecido a ver una de James Bond: sabes todo lo que va a pasar excluyendo los matices, pero no te la pierdes porque sales del cine (o del teatro, en este caso) algo más descansado después de haber dejado tus desazones junto a la taquilla.
Las flores han desaparecido y, por arte de magia, ha vuelto el tiovivo a la Plaza Mayor. Yo creo que tienen algún tipo de pacto secreto y cuando los alrededores se llenan de bombillas y las aceras de ocres, cambian sus sitios hasta que lleguen momentos más templados. Aun así, no falta quien transporta unas flores de Pascua con ese rojo tan reventón intentando poner un poco de tono a las casas. Yo tengo menos maña con la botánica que Mertxe Aizpurua con los escrúpulos, pero voy a regalar unas cuantas a las personas que han estado cerca cuando he necesitado un apoyo, un abrazo o un mensaje cada vez que el Pucela ha perdido (en estos últimos me voy a gastar un pastizal).
De todo menos flores están lanzándose los ediles por nombrar una plaza en honor a alcaldes pretéritos. Siguen sin entender que todos comparten el mismo jardín y que en el lugar del otro obrarían exactamente igual: loas a lo propio y estiércol a lo ajeno. Tan lejos y, a la vez, tan semejantes. Hablando de flores no puedo pasar por alto que parezcan tan capullos.
En los parques cercanos a los colegios no hay flores ya, pero los patios reverberan con fuerza, como si algo estuviera a punto de brotar. Pregunté y me dijeron que el follón viene por los ensayos de las habituales representaciones navideñas, que se empiezan a preparar con las consiguientes semanas de quebraderos de cabeza de los docentes que tienen que lidiar con pasos, gestos, disfraces y la peregrina comprensión de algunas familias a las que no les gusta el lugar de sus hijos en la puesta en escena, el material de su traje, la canción con la que deben bailar o algún detalle similar. Benditos ellos. Los profesores, digo.
Total, que no echen de menos las flores porque todo vuelve, como dice Juan Gómez-Jurado. En breve estarán de nuevo por aquí, pero, mientras, tienen a alguna castañera con las manos más negras que el que pone el alquitrán en las carreteras vendiéndoles un puñadito que pueden ir pelando durante un paseo por el barrio, mirando cómo los balcones empiezan a emperifollarse con espumillones imposibles y muñecos de señores gordos vestidos de rojo. Dejen el coche en los aparcamientos subterráneos del centro y callejeen tomando una caña acompañada de una tapa calentita, del estilo de una sopa castellana o similar. Es curioso que se vayan las flores y, al momento, aparezcan los árboles, verdes, perennes y poderosos. Esos que vamos a llenar de bolas y aderezos y coronar con una estrella. Así que calma, ya llegarán de nuevo los colores.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.