El verano es tiempo para leer, lo que viene a ser lo mismo que disfrutar. Una manera más. Propongo para este tiempo disfrutar de Stephen King. Vida y milagros. Alguno pensará que no hay mayor originalidad. Cierto es. Cabría sin embargo el ir más lejos. ... Conocerlo mejor. Así, en la invitación que se adelanta entraría el escritor —la persona: un hombre del común, gente cercana—, su notable obra y las excelentes películas que se han hecho a partir de sus escritos.
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Stephen King nació en 1947, en Portland, una ciudad portuaria, la más poblada del estado norteño de Maine (Estados Unidos). Su padre salió de casa a por tabaco y no volvió, el pequeño Stevie tenía a la sazón dos años. La niñez y adolescencia las pasó con su hermano mayor y su querida madre. Trabajó de joven en oficios manuales varios, lo que no extraña en la tierra de las oportunidades. Por lo que importa, empezó a escribir cuentos a edad temprana; cuentos que su madre elogiaba. Nos habla King de su vida en «Mientras escribo» (On writing, 1999), un documento de todo punto inestimable; en la primera mitad -unos apuntes biográficos-, narra sus peripecias vitales para hacerse hueco en el proceloso mundo de la escritura, termina con el terrible accidente que a punto estuvo de segar su vida; en la otra mitad, habla del oficio de escritor, los tres cajones imprescindibles: el vocabulario y la gramática; los recursos de estilo —el párrafo, y no la frase, como unidad de la narración—, y el momento de la verdad, el engarce de los párrafos construidos con el vocabulario propio para urdir la narración. Da un consejo, «Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho».
Encasillado en el género de terror o de suspense, el autor no se reconoce en etiquetas. En puridad, no toda su narrativa podría adscribirse a un solo género; la buena literatura a duras penas admite encasillamientos. Sería el caso. Se suele contraponer la gran literatura a la reputada como de masas; se entiende de esta forma que el autor que goza del beneplácito de tan amplio número de lectores no puede por fuerza hacer literatura de calidad; o lo que es igual, que esta es cosa de minorías. Nada hay escrito al respecto. Hay ejemplos que lo desmienten. Dickens gozó en su día del reconocimiento público mientras era denostado por la élite literaria de su tiempo; nadie negaría hoy la calidad del escritor inglés. Añádase al argumento el aprecio de la élite literaria estadounidense del que goza King: tiene las puertas abiertas de The New Yorker — la revista literaria más prestigiosa de los Estados Unidos—que acoge sus relatos desde antiguo y ha emitido críticas elogiosas de su obra.
Se sugiere para hacer boca la lectura de una novela corta, «Después» (Later), publicada en 2021; lenguaje cotidiano trufado de jerga callejera. Asequible. Se anuncia en el mercado como «King en estado puro»; aparecen personajes, ambientes y preocupaciones reconocibles para sus lectores. No hay prosa alambicada, es escritura precisa con diálogos que animan la acción. En verdad, típica de su estilo. Jamie Conklin, un niño bueno que deviene adolescente, es el personaje principal. Tiene un don que se explica en el libro; solo una clave, la que nos da el autor, «no es como ese [don] de la película de Bruce Willis [El sexto sentido]». Vive de igual modo con su amantísima mamá, agente literario por más señas; no hay nadie más, o sí: solos frente al mundo. Con esos mimbres, hay ternura en la relación materno filial. Se requieren dosis de sensibilidad y talento para trasmitirlo como se hace; es este un punto destacado a considerar en la novela. Luego está la ambientación, otro acicate. La acción se desarrolla en Nueva York, en la Gran Manzana, cerca de Central Park, lo que dada nuestra cultura cosmopolita de espectadores de películas y series americanas hace que el ambiente resulte familiar. No carece de comicidad, otro punto fuerte, me reí solo durante largos minutos con un gag; trasmutado el dicho…, «si un autor te hace reír es porque te ama».
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Para rematar queda el cine. Otro deleite. Son muchas y notables las películas y series para televisión que se han hecho a partir de la obra de Stephen King; el mismo escritor ha sido guionista e incluso productor de algunas de ellas. Tal vez la película más conocida sea «El Resplandor» dirigida por Stanley Kubrick y protagonizada por Jack Nicholson. No gustó a nuestro escritor. La primera no obstante fue «Carrie» (1976) del director Brian de Palma, basada en la novela homónima; aborda el acoso escolar y el fanatismo religioso, temas vigentes. De las restantes, son muchas, elegimos dos: «Miedo Azul» (1985) y «Misery» (1990), dirigidas por Dan Attias y Rob Reiner, respectivamente; pueden verse en plataformas al uso, o alquilarse. «Miedo azul» va del mito del hombre lobo; hay encanto en el personaje principal, un niño en silla de ruedas con motor de explosión (silver bullet). Aborda la quiebra de la paz social en una pequeña comunidad tras un hecho extraordinario; el miedo y sus consecuencias, tan actual. «Misery» asusta más, hay algo espeluznante, no es el susto de los muertos, que no suelen hacer nada, sino el que dan algunos vivos. Véase la trama. Un escritor sufre un accidente de automóvil y es atendido por una mujer, Annie Wilkes —la actriz Kathy Bates recibió un Óscar por esta interpretación—; Annie resulta ser su mayor fan («fan number one»): no tiene otra ocurrencia que llevárselo a su casa para que le escriba un cuento. Un secuestro. Líbrenos Dios de los adeptos.
De vuelta a nuestro hombre puede decirse que Stephen King es un probo ciudadano que ha pasado por todas: gran fumador, conspicuo bebedor y adicto a las drogas. No se sabe si por esto —hay que indagarlo—, es un hombre de familia. Se casó con su novia Tabitha Spruce con la que tuvo tres hijos, y no se ha separado como hacen todos. Una familia unida. En la actualidad está limpio, solo está forrado. Ha ganado dinero, no es pecado: entorpece la entrada al cielo. Eso sí, ha caído en la tentación de comprarse una mansión en Florida. Cosas de millonarios. Nobody is perfect.
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