He aquí una buena noticia en medio del cataclismo: crece la población. No es gran cosa pero somos unos pocos más, en lugar de unos cuantos menos. Y, siendo completamente sincero, les diré que no me sorprenden los datos oficiales porque observando lo que pasa ... en otros sitios por el maldito coronavirus, algunos exclamamos: ¡aleluya, qué bien se vive en Pucela! El número de fallecidos e infectados es asumible si lo comparamos con varias poblaciones españolas; en los centros sanitarios se atiende a quien lo necesita; las funerarias tienen ataúdes en el almacén; y hasta nos hemos vuelto un poco menos antipáticos de lo que solemos. En tiempos de tanta tribulación es una gozada residir en un lugar donde hay espacio de sobra, con un nivel delictivo asumible, buenas comunicaciones con el resto del país y otras ventajas que, sin ser el paraíso terrenal, permiten vivir entre bien y muy bien.
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Por eso no me sorprende la estadística que asegura que es la primera vez que crecemos en una década, y cuando la vida vuelva a su ser no me extrañaría que siguiéramos haciéndolo. Valladolid nunca será el retiro dorado de esos lugares de playas interminables llenas de chiringuitos y heladerías, pero tampoco son servicios que eche en falta porque las apreturas me agobian y desquician.
La única duda que me queda es saber dónde se meten los nuevos pucelanos de acogida, porque en las calles no se ve un alma…
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