Se multiplican las agresiones a los trabajadores del Centro de Menores Zambrana, que es lo que antes se llamaba un reformatorio o un correccional, pero ahora incluso esas palabras nos asustan. Así de tontos nos hemos vuelto.
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Para el personal y los educadores, cada día allí es una lucha, ... una fuente de estrés, un infierno cotidiano, y la Administración (en este caso, la Junta de Castilla y León) no les aporta ni recursos ni soluciones. Acabaremos teniendo un disgusto serio e irreversible, como en esa cárcel catalana donde pusieron de ayudante en la cocina a un preso que cumplía condena por asesinar a una mujer a puñaladas y terminó, oh sorpresa mayúscula, acuchillando mortalmente a una cocinera.
No muy lejos de la olla a presión del Zambrana, también estalló hace poco una pelea callejera salvaje; cuando la policía acudió, recibió su parte. El titular es muy deprimente: 'Apaleados cuatro policías locales durante una reyerta en Delicias'. En la España democrática, a los agentes del orden nunca se les ha tenido miedo, pero sí un respeto que ahora se ha perdido, y eso es muy peligroso porque agrieta los cimientos de nuestra sociedad. Aquí, los policías no se atreven a usar ni un mínimo de fuerza porque saben que luego les van a montar un proceso inquisitorial. La autoridad está siendo permanentemente cuestionada a todos los niveles: en institutos, en hospitales y, en general, en cualquier ámbito público.
Nuestro país ha emprendido la senda del buenismo. A veces, parece que se legisla en beneficio del okupa, del jeta, del energúmeno, del delincuente vocacional (que no tiene nada que ver con el delincuente esporádico). El culpable remoto de esta deriva quizás haya que buscarlo en el siglo XVIII: Jean-Jacques Rousseau, que era un tipo que mandó a sus cinco hijos al hospicio para que no le estorbaran y luego tuvo el cinismo de escribir un tratado de pedagogía. De ese libro procede su frase más recordada y más dañina: «El hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que le corrompe». Pues, no, Rousseau, eso no te lo crees ni tú: hay gente que, por la razón que sea, tiene reiterados comportamientos incívicos y, o le pones freno, o te acaba estropeando la convivencia tranquila que tanto nos ha costado construir.
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Todo el mundo merece una segunda oportunidad y dos y cinco, pero no cien. Estamos combatiendo a las bandas de macarras con eslóganes cursis que parecen sacados de las tazas de Mr. Wonderful. Creo que en países como Holanda, Francia y Suecia esa estrategia contra la violencia y el crimen les ha dado estupendos resultados.
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