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Estoy tan cansado de oír hablar del soterramiento, que me dan ganas de salir a la calle con una pala, aunque sea de juguete, y empezar a cavar. Seguro que se me unía más gente, en plan fuga carcelaria, y terminábamos antes que las obras ... oficiales, que son una pura quimera.
Hace algunos días, se organizó en Valladolid una reunión de representantes de ciudades españolas donde el soterramiento del ferrocarril ya está en marcha, en diferentes fases. Vinieron los ediles de Murcia, Almería y Cádiz y cada uno contó su caso y sus batallitas. También estaba presente, como anfitrión, Jesús Julio Carnero, que habla de este proyecto de movilidad urbana como si el PP estuviera partiendo de cero. Y no, en este tema existe un matiz importante que voy a resumir por si hay lectores con una memoria un poco piscícola:
El PP se ha presentado varias veces a las elecciones municipales bajo el estandarte del soterramiento. Después de ganar, esa promesa nunca se cumplió. En una insólita conjunción planetaria, llegaron a tener, a la vez, el poder en solitario en el gobierno central, en el autonómico y en el Ayuntamiento, y lo único que consiguieron enterrar fueron 400 millones de dinero público que se pidieron prestados a los bancos. ¿Recuerdan las famosas «comfort letters»? Las llamaban así, en inglés, porque siempre queda más fino todo, hasta las chapuzas. Javier León de la Riva estampó su rúbrica en aquellos papeles bastante a lo loco. La Fiscalía le pidió nueve años de prisión por prevaricación y falsedad documental. Él alegó, al más puro estilo infanta de España, que no sabía lo que estaba firmando, que no entendía, que simplemente pasaba por allí. Aquel error garrafal quedó impune. Los argumentos para la absolución los pueden buscar ustedes en Internet. Son para echarse a reír o a llorar, según tengas el día.
Ahora, con la excusa de que el ministro de Transportes resulta ser nuestro exalcalde, la cantinela del soterramiento vuelve a cobrar intensidad. Es una oportunidad histórica, dicen. Igual que las otras que no supieron aprovechar. Qué más quisiera Óscar Puente que haber ejecutado él mismo las obras si lo hubiera visto posible y haber pasado a la historia junto a los ediles de Valladolid que marcaron una época, como Miguel Íscar.
Hoy por hoy, el soterramiento es inviable porque no hay dinero. La única manera de financiarlo sería que, al empezar las perforaciones, saliera petróleo a chorros. Y eso sólo sucede en las películas, especialmente si son americanas y están ambientadas en Texas.
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